ELOGIO DE LA POLÍTICA

FESTINA LENTE

sábado, 13 de marzo de 2010

Una cuestión de dignidad

13.03.2010 - ARMANDO F. BARTOLOMÉCOORDINADOR DE UPYD DE GIJÓN Y PROFESOR

Guillermo Fariñas, el periodista cubano de 48 años que ha sostenido 23 huelgas de hambre en 15 años, parece encaminarse irremediablemente hacia la culminación de su último y definitivo acto de resistencia. Al igual que Orlando Zapata, fallecido el pasado 23 de febrero, Fariñas es un 'plantado', es decir, un rebelde que se niega a doblegarse ante un poder que tiraniza a quien cuestiona el dogmatismo en que se asienta. Más cerca de Ghandi, de Mandela o de Jose Marti, que de la gerontocracia de la isla aferrada a un ideario estéril.
Fariñas, este antiguo escolta de Fidel Castro que pasó a la disidencia tras el polémico fusilamiento de Arnaldo Ochoa, no pone su vida en peligro para pedir proyectos imposibles. En el régimen omnímodo que se mantiene en Cuba desde hace 51 años, ya es suficiente atrevimiento solicitar un trato humano para quien piensa diferente. Es preciso llegar a dejar de ingerir alimentos para reclamar simplemente que se libere a 26 presos políticos gravemente enfermos. Pero no parece que el régimen de La Habana esté dispuesto a ceder un ápice a sus peticiones. Nunca lo ha hecho y, previsiblemente, no lo hará ahora.
Sería dar una muestra de debilidad reconocer que sus autoridades se puedan equivocar. Y eso ya se sabe que no ocurre con las autocracias de ningún signo. El castrismo es un dogma de fe y pretender en él una fisura sólo merece apelativos como el de gusano, contrarrevolucionario o traidor a la patria. A otros, en otro tiempo, les decían vendidos al oro de Moscu. En fin, pecadores.
Da vértigo advertir la semejanzas entre unas doctrinas y las aparentemente de signo contrario. Les une la infalibilidad e inviolabilidad de sus dirigentes. ¿Quién puede extrañarse de tanta saña contra quien ofrenda su vida? Al fin y al cabo, su acto desnuda al opresor. Luchar contra el invasor violento es heroico, pero pelear contra un ser indefenso que se va quedando postrado en una cama termina por resultar patético y sumamente peligroso.
Lo que sí sorprende y, sobre todo, avergüenza es el silencio cómplice de nuestros políticos que en su mayoría asisten impasibles y cobardes ante el drama de David contra Goliat. Y todavía más el apoyo de IU y el PSOE gijonés a las declaraciones del afamado politólogo Willy Toledo. Por supuesto que hay países donde la violencia institucional es mayor y donde los derechos humanos se violan a diario con mayor brutalidad que en Cuba.
Pero ellos no reciben el 25% del capital que el Ayuntamiento de Gijón destina a la cooperación internacional, que es el porcentaje que Cuba merece para alguno de nuestros ediles. Mucho menos se justifica que esta dotación de recursos se argumente y defienda, no desde un análisis sectorial o temático de las necesidades de los países empobrecidos, sino desde una pretendida afinidad político ideológico de nuestra comuna con la revolución cubana. Montes Estrada 'dixit'.
Desconozco el sentir general de nuestra ciudadanía, pero me atrevo a suponer que la mayoría de la población de Gijón, que con sus impuestos sostiene esta cooperación con Cuba, no está de acuerdo en que el Gobierno cubano tenga presos políticos en sus cárceles y los deje morir de hambre.
Aún así, quizás nuestra sociedad, local y nacional, está demasiado adormecida para remover el mito cubano, tan caro a nuestra débil y perezosa izquierda, y exigir a quienes nos gobiernan un poco de dignidad. Por ejemplo, pedir que Areces suspenda un viaje institucional a Cuba que pretende mantener por razones comerciales.
Da más que vergüenza semejante argumento cuando Fariñas, con 53 kilos de piel y huesos, le echa un órdago a los déspotas anquilosados de su país para que, entre otras cosas, algún día los cubanos puedan decidir por sí mismos si quieren seguir siendo 'revolucionarios'. De Zapatero ya casi no queda nada que decir y poco que esperar. De momento, su Gobierno ha pedido a Fariñas que abandone la huelga. A los hermanos Castro no les ha pedido nada. Sin comentarios.
Mucho me temo que ni un cambio de planes por parte de Areces, ni una rectificación de la política de cooperación de la ciudad de Gijón, ni siquiera un arranque de decencia de La Moncloa derribarían el régimen castrista, pero a nuestros servidores públicos les acercaría más del lado de quienes sufren por la libertad. A nosotros, los contribuyentes de a pie, nos ayudaría a recobrar un mínimo de respeto por una clase política sumida en la ignominia, que solo actúa con energía cuando existen votos de por medio.
Mientras tanto, seguiremos sumidos en las sombras. Destino vergonzante e infrahumano del que sólo nos liberan vicariamente 'los plantados', quienes ponen la dignidad del ser humano por encima de ninguna otra consideración. Anteayer, Aminatu.
Recientemente, Zapata. Hoy, Guillermo Fariñas.


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