ELOGIO DE LA POLÍTICA

FESTINA LENTE

sábado, 30 de enero de 2010

UPyD exige al gobierno del Sr. Areces

UPyD exige al gobierno del Sr. Areces que asuma la realidad, que abandone el discurso de autocomplacencia y que adopte con urgencia medidas para luchar eficazmente contra el paro

Los datos publicados hoy por el Instituto Nacional de Estadística relativos a la Encuesta de Población Activa del cuarto trimestre de 2009 son para UPyD una clara muestra del rápido deterioro que está sufriendo el mercado laboral asturiano, y exige al gobierno presidido por el Sr. Areces que abandone el discurso triunfalista y autocomplaciente, y que asuma la realidad, tomando las medidas oportunas para hacer frente a una preocupante situación de deterioro del mercado laboral asturiano.

Según declaraciones de Humberto Rodríguez Solla, coordinador de UPyD en Asturias, "el deterioro del mercado laboral asturiano está superando en intensidad al registrado en el conjunto nacional, ha destruido el empleo creado en nuestra región en los últimos cuatro años y nos ha situado en niveles de paro de hace diez años. Los brotes verdes y el optimismo oficial han sido aplastados por una realidad que ha demostrado la incapacidad y la ineficacia de los planes y medidas de los gobiernos nacional y autonómico, lo que requiere, en primer lugar, que el gobierno del Sr. Areces asuma la realidad y, en segundo lugar, que rectifique de forma inmediata su ineficaz política ante la crisis".

Democracia y ayuntamientos

El llamado presupuesto participativo persigue que los ciudadanos sean partícipes de las decisiones que les afectan, con lo que se consigue que su implicación sea mucho mayor
28.01.10 - 03:12 - YOLANDA GONZÁLEZ | ABOGADA

Los ayuntamientos asturianos llevan mucho tiempo solicitando un cambio profundo en su financiación, así como una actualización de la normativa que rige su funcionamiento. Estas reivindicaciones han caído en saco roto, pero lo que en una época de crecimiento era una necesidad, en este periodo de crisis se está convirtiendo en inaplazable, ya que la situación actual es insostenible.
Es evidente que con un déficit crónico, debido a la falta de fondos para afrontar las competencias que se les atribuyen, este modelo sólo tiene un final posible: la quiebra técnica del sistema municipal asturiano. De ello son conscientes todos los partidos políticos parlamentarios de Asturies, pero nadie da un primer paso y plantea alternativas reales a esta situación, ya que, desgraciadamente, en el Principado sigue primando el interés partidista frente al interés general, como se demostró en la paralización de la reforma del Estatuto de Autonomía, pieza decisiva en la mejora de la financiación de la comunidad autónoma.
Los ayuntamientos son una institución básica para prestar servicios a los ciudadanos, por lo que necesitan urgentemente un aumento de sus recursos, pero también tenemos que ser conscientes de que esa gestión pública, tan próxima al ciudadano, puede convertir a los municipios en fuente de amiguismos y corrupción y generar una gran frustración a una ciudadanía que ve que no se atienden sus necesidades mientras se afrontan gastos innecesarios y prima la opacidad en la toma de decisiones.
Por ello, es tan importante dotar económicamente a los concejos como garantizar la correcta gestión de los mismos, impidiendo que se usen contra el interés general con el empleo de criterios caciquiles orientados a favorecer a sectores que garanticen la reelección de los gobernantes. Es necesario, por tanto, que la democracia deje de ser un término vacío y se convierta en una práctica que impregne el día a día de la toma de decisiones.
Si queremos unos ayuntamientos verdaderamente democráticos es preciso articular mecanismos de participación ciudadana y de control directo de la gestión pública por parte de la ciudadanía. En ese sentido, una de las medidas clave sería la puesta en práctica del llamado presupuesto participativo, ya que la distribución de los fondos públicos es el principal mecanismo de orientación de las políticas y la más eficiente herramienta que los ciudadanos tienen para controlar la gestión de dichas políticas.
Los presupuestos participativos no son más que formas de participación ciudadana directa en la gestión de las ciudades y pueblos, a través de la cual se abre la posibilidad de participar a todas las vecinas y vecinos en la elaboración del presupuesto municipal. Entre las ciudades que están aplicando este tipo de experiencias podemos encontrar a Sevilla, Tudela, San Sebastián, Getafe o Córdoba, con lo que contamos con suficientes experiencias para aplicar tales mecanismos en los ayuntamientos asturianos, sin que ello sea adentrarse en extrañas aventuras.
Existen diferentes metodologías para su aplicación; no es éste el mejor medio para comentarlas, aunque sí recomiendo al lector interesado en esta temática que consulte las experiencias realizadas en el Estado español en www.presupuestosparticipativos.com. Pero lo que sí debemos destacar son objetivos básicos que persigue el presupuesto participativo: que la ciudadanía sea partícipe a diario de las decisiones que le afectan, con lo que se consigue una implicación mucho mayor de la ciudadanía en los objetivos que se plantea una ciudad o pueblo, al sentirse corresponsable de las mismas.
Aunque a muchos políticos les cueste entenderlo, este tipo de propuestas permiten encontrar soluciones a muchos problemas al 'aprovecharnos' de las ideas de la ciudadanía, que, en muchos casos, pueden ser la respuesta para muchas de las situaciones que nos encontramos en nuestros ayuntamientos. Y también es destacable que estos procesos mejoran la comunicación y solidaridad entre los ciudadanos, ya que nos permite conocer de primera mano los problemas de colectivos y personas, más allá de las ideas preconcebidas que todos tenemos sobre ciertas cuestiones.
Una oportunidad perdida para aplicar criterios de participación ciudadana fue el Plan E, unos ingresos extraordinarios para los ayuntamientos que podían invertir «en lo que quisiesen» dentro de un ámbito de actuación muy amplio. La urgencia por enmascarar los datos del paro imposibilitó el establecimiento de mecanismos que permitieran conocer qué prioridades tenían los vecinos para invertir ese dinero, privando a los ciudadanos de poder mostrar su opinión en la gestión de unos fondos públicos que para nada influían en el funcionamiento diario de la vida del ayuntamiento.
El resultado está a la vista aquí mismo, en Xixón, y ha provocado no pocas muestras de indignación, porque se ha dejado de atender necesidades que muchos ciudadanos creían prioritarias para acometer obras difícilmente justificables. Reformas injustificables como las de L'Acerona o ciertas pavimentaciones antiestéticas en barrios como Cimavilla, ponen de nuevo encima de la mesa la pregunta de si los poderes públicos atienden a las necesidades de sus votantes o a la de intereses extraños que nadie conoce.
Con actuaciones opacas, y en muchos casos incomprensibles, se acentúa el desgaste de las instituciones democráticas y con él aumenta el desprestigio de la clase política. Va siendo hora de que la ciudadanía levante la voz contra esta forma de entender la democracia.

http://www.elcomerciodigital.com/20100128/opinionarticulos/democracia-ayuntamientos-20100128.html

domingo, 24 de enero de 2010

UPyD Asturias, Visita de Rosa Diez

Rosa Díez: "No nos sentimos más cerca del PSOE ni del PP"
La líder del UPyD rechaza plantear la cooficialidad del asturiano."El carbón no tiene futuro, pero Asturias tiene mucho", sostiene.

http://www.lavozdeasturias.es/noticias/noticia.asp?pkid=538086

«UPyD demostrará en Asturias lo que es ser condicionante en política»
Rosa Díez sostiene que su partido conseguirá representación en el parlamento regional, y en los ayuntamientos de Oviedo y Gijón

http://www.elcomerciodigital.com/20100122/politica/upyd-demostrara-asturias-condicionante-20100122.html

´PP y PSOE se parecen como una VISA a una Mastercard´

http://www.lne.es/asturias/2010/01/21/pp-psoe-parecen-visa-mastercard/862652.html

Congreso UPyD Asturias

CONGRESO DEL PARTIDO.
Rodríguez Solla será coordinador de UPyD
Obtuvo un 71% de los votos de los afiliados al partido.

24/01/2010 REDACCION

Humberto Rodríguez Solla será el nuevo coordinador de Unión Progreso y Democracia (UPyD) en Asturias. Así lo decidieron ayer los afiliados del partido en el Principado en el primer congreso regional del partido. Rodríguez Solla obtuvo un 71% de los votos.

El congreso contó con un 64% de participación, y se escrutaron un total de 137 papeletas. De ellas, 97 respaldaban la candidatura de Humberto Rodríguez Solla, que se presentaba frente a Rafael Ibañez Tejero.

Tras el resulado de las votaciones, que se celebraron en el Auditorio Príncipe de Asturias, Rodríguez Solla asume el cargo que ocupaba en funciones Eduardo Madroñal. Fuentes del partido calificaron el congreso como un éxito de participación.

http://www.lavozdeasturias.es/noticias/noticia.asp?pkid=538430

«Vamos a entrar en la Junta para tirar de la solapa a los políticos»


Humberto Rodríguez Solla Coordinador territorial de UPyD en AsturiasEl nuevo líder de UPyD cree que «los asturianos quieren un cambio político porque el PSOE está en declive y no hay oposición»
24.01.2010 - E. ARENASOVIEDO.
Profesor universitario, doctor en Química y soltero, Humberto Rodríguez Solla (Gijón, 1975) acaba de convertirse en el primer líder electo del partido Unión Progreso y Democracia de Asturias. En una asamblea celebrada ayer en Oviedo, sacó adelante su candidatura con el 70% de los votos y una participación del 64%. En sus primeras declaraciones como coordinador territorial de UPyD, Rodríguez Solla opina que el objetivo principal de su partido es entrar en las instituciones para «condicionar los gobiernos, más que para participar en un ejecutivo de coalición». Aunque habrá primarias, cree que lo lógico es que él encabece la candidatura de las elecciones autonómicas.
-¿Qué perspectivas políticas tienen?
-Vamos a entrar en la Junta y en los tres principales ayuntamientos porque tenemos una alternativa distinta a las opciones acartonadas del PP y del PSOE y queremos que los ciudadanos lo sepan. No estamos aquí para caer bien a los políticos, sino todo lo contrario, para caerles mal, para entrar a codazos en las instituciones y para condicionar gobiernos. Esa es nuestra intención.
-Habla como si no fuera un político
-Somos un grupo de ciudadanos y este partido ha nacido de ese movimiento. Venimos de la sociedad civil a hacer política y estamos aquí para trabajar, para entrar en las instituciones y para tirar de la solapa a los políticos. No somos políticos de casta, sino ciudadanos normales que hemos decidido dar un paso al frente con espíritu crítico por la situación política actual y por este bipartidismo impertinente que estamos viviendo.
-Teniendo en cuenta que usted proviene del PP, ¿dónde cree que estará su principal nicho de votos?
-No es ningún secreto que milité en el PP hasta que me di de baja en 2002 porque el partido sufrió una involución importante. La realidad política de los partidos en el Principado es nefasta, no sólo en el caso del PP, sino también del PSOE, y la sociedad está muy cansada de los políticos asturianos. No se trata de robar votos a nadie, ya que los ganaremos por nosotros mismos porque nuestro proyecto es muy atractivo.
«Cascos no nos preocupa»
-¿Con quién gobernarían más a gusto en caso de empate en el Principado?
-Con nadie. En ese caso estableceríamos una negociación y nuestra intención no es entrar en el Gobierno, sino condicionar al Ejecutivo. Ese es nuestro principal objetivo.
-¿Derecha o izquierda?
-Habría que ver cuáles son los proyectos políticos que quieren desarrollar tanto el PP como el PSOE.
-¿Qué le parece la situación política regional?
-Opino que la sociedad está aburrida porque el Gobierno que tenemos está en declive y no hay una oposición bien definida. Los asturianos quieren el cambio.
-¿Qué opina del Gobierno de coalición?
-Que es inestable y que como consecuencia de ello la figura de Areces y el PSOE están en declive. No hay solución.
-¿Le preocupa el posible regreso de Álvarez-Cascos?
-No nos preocupa porque nosotros tenemos un mensaje muy claro y definido y nos dan igual otros posibles candidatos. Todo el mundo sabe que Ovidio Sánchez es un candidato perdedor y por eso es normal que muchos sectores del PP vean en Cascos una salvación.
-¿Qué opina de la cooficialidad del asturiano?
-Que tenemos un profundo respeto a la lengua asturiana, pero no prevemos la cooficialidad.
-Ustedes creen que van a lograr entrar en ayuntamientos como el de Gijón. ¿Qué problemas tiene ese municipio?
-El problema que hay en el Ayuntamiento de Gijón es de regeneración democrática. Tenemos un gobierno socialista que lleva décadas en el poder y creemos que ha llegado la hora de condicionarles y de tirarles de la solapa desde dentro y hacerles ver que hay una realidad distinta a la que ellos tienen montada. Queremos que se acabe un gobierno socialista o bien estar allí para condicionarles.
-¿El de Oviedo?
-Lo mismo.

http://www.elcomerciodigital.com/prensa/20100124/politica/vamos-entrar-junta-para-20100124.html

Escalar no es trepar

Luis Iturrioz regresa a Gijón, a EMTUSA, con el bagaje de quien sabe subir y bajar montañas

http://www.elcomerciodigital.com/prensa/20100124/gijon/escalar-trepar-20100124.html

miércoles, 6 de enero de 2010

Carta a los reyes pedagogos

Por Fabricio Caivano, periodista (EL PERIÓDICO, 05/01/10):

Se anuncia un pacto sobre la educación tras 40 años de reformas educativas y decenios de renovaciones pedagógicas frustradas por las inercias políticas. Los diagnósticos del sistema no son buenos. Hemos llegado hasta el finis terrae de un capitalismo salvaje con su insana epidemia del tener más para ser más y sus burbujas de mediocridad y anemia moral. Y aquí estamos, bailando el narcótico vals de la prosperidad ilimitada a una ola del naufragio total; y la orden de atrás a toda máquina consiste en «cambiar el modelo productivo». Sería de agradecer que explicaran qué quieren decir con esa expresión, en qué cambiará la vida cotidiana y quién pagará los platos rotos. Como el alcalde de Villar del Río, el pueblo aquel que esperaba el milagro de Mister Marshall, nos deben una explicación y la explicación que nos deben van a tener que dárnosla. El tiempo se agota y la paciencia es una virtud que se erosiona con el hambre.

Pero esta coyuntura de crisis sistémica es una gran oportunidad para la educación. También ha explotado la burbuja formativa y hay que cambiar el modelo tradicional de enseñanza transmisiva. No se asusten: los cambios son tan de fondo que casi ni se han de notar en las formas. Primer aviso: la educación sigue siendo un derecho, pero su ejercicio viene ahora cargado de nuevos deberes. El más urgente, y el más antiguo, es el de esforzarse cada uno en impulsar en su ámbito de acción educadora un cambio de hábitos y de mentalidad pedagógica. Es el fin de la larga era de la concepción bancaria (la expresión es de Paulo Freire) de una escuela que concentra, empaqueta y transmite, gradual y universalmente, contenidos, concede hipotecas cognitivas, expide certificaciones académicas y, al fin, coloca a cada hijo de vecino en el trabajo que le corresponde de por vida. Este cuento acabó mal: temporalidad, precariedad y un desperdicio de valor añadido generacional insostenible. La juventud, manipulada en sus deseos por un lento lavado de cerebro, digiere mal la ablación escolar de su impetuosa curiosidad y su deseo de saber; y no suele invertirlos mal: se atreve a saber, piensa y pasa de la papilla made in Google.
Decía Augusto Monterroso que en las bibliotecas pobres solo hay libros buenos. En las buenas escuelas solo debiera haber buenos maestros y múltiples cosas divertidamente serias que hacer con los demás. El maestro, el primer y el mejor ciudadano, punto ineludible y costoso. Habrá que acertar en elogiar la sabiduría profunda de lo que se toma por inútil a corto plazo; seleccionar contenidos sabiamente y, sin funcionalismos mercantiles miopes ni corporativismos minifundistas; volver a las pocas, cuatro o cinco a lo sumo, competencias básicas; y mezclarlas jubilosamente con las mil y una habilidades digitales y ágoras virtuales para las que nuestra infancia está predispuesta casi genéticamente. Y confiar en las buenas iniciativas de tanta gente honrada castrada por una burocracia premoderna. Para empezar: formación del profesorado, autonomía de los centros, responsabilidad social y evaluación pública de resultados.

El futuro empezó hace 2.010 años. Es hora de levantar la vista de la sordidez de lo diario y de mirar hacia adelante con esfuerzo y bajo la exigencia autorizada de los mejores maestros, sean maestros muertos –clásicos que nos hablan con su palabra intemporal– o docentes vivos, maestros artesanos que, como exige Richard Sennet, estén forjados de profesionalidad y compromiso. Conciliación laboral y de responsabilidades educativas: familias sin tiempo que malcrían a sus hijos y exigen al docente que se lo fabrique a la medida de sus frustraciones; fin de los ausentes del querer y de los funcionarios del saber. Pasó la época de darle al niño todo lo que pida; ahora hay que pedirle todo lo que pueda dar. Y eso es mucho más de lo que suponemos, siempre que abonemos sus talentos y predisposiciones con la fertilidad inagotable de las viejas tecnologías del saber: la conversación, el pensamiento y la compasión. Saber mirar, escuchar, hablar y escribir; saber discriminar, razonar, disentir y asentir; hacer suyo el dolor y el placer de los otros. Añadamos una cosa más en esta ingenua carta a los reyes: el ciudadano de espíritu crítico. Entre todos lo matamos y el solito se murió: consumismo, publicidad, hipotecas de tiempo y atontamientos mediáticos.

Qué moralista y antiguo suena todo esto, ¿verdad? Y, sin embargo, qué poderosa carga de futuro conlleva, precisamente porque mira hacia atrás con reconocimiento y hacia delante sin ira. Poner rumbo a un sistema educativo lento y flexible, generoso y exigente con cada cual, capaz de hacer de cada escuela el centro del mundo entero y de su tiempo la medida exacta de la maduración íntegra de cada sujeto. Esa es la característica sustantiva de lo público: que, siendo de todos, cada uno lo hace suyo, lo siente como propio y lo defiende por lo que tiene de común. Lo público es lo global a escala reducida, y viceversa. Los reyes pedagogos vienen bien cargados; a ver qué hacemos ahora los ciudadanos del reino.

lunes, 4 de enero de 2010

Coraje cívico

04.01.2010 - ARMANDO F. BARTOLOMÉ (COORDINADOR LOCAL DE UPYD DE GIJÓN)

Los seres humanos tenemos un problema de memoria: tendemos a olvidarnos con facilidad de las verdades establecidas y de lo bueno. El 'refalfiu', la mala educación y el hastío dificultan el recrear con imaginación y fecundidad viejas verdades esenciales en nuestro desarrollo histórico y civilizatorio. Tales olvidos amenazan constantemente nuestra conquistada libertad. La política no es más que el arte de solucionar conflictos mediante el diálogo en un horizonte de justicia. Una valiosísima rareza en la sangrienta historia humana que exige para su mantenimiento actores más que espectadores.
Es cierto que la actividad política está muy mal valorada por los españoles pero también lo es que en nuestro país falta madurez y cultura democrática y que, por regla general, los pueblos tienen los gobernantes que se merecen. Una sociedad civil fuerte pasa del lamento a la acción y de la queja al compromiso. Pasa de tener súbditos a tener ciudadanos . Por eso, siguen siendo válidas las palabras de Pericles a los atenienses: «El secreto de la libertad es la valentía». Mucho coraje y Feliz Año Nuevo.

http://www.elcomerciodigital.com/prensa/20100104/opinioncartas/coraje-civico-20100104.html

sábado, 2 de enero de 2010

XI tesis sobre Feuerbach . Marx

1)La falla fundamental de todo el materialismo precedente (incluyendo el de Feuerbach) reside en que sólo capta la cosa (Gegestand), la realidad, lo sensible, bajo la forma de objeto (Objekt) o de la contemplación (Anschauung), no como actividad humana sensorial, como práctica; no de un modo subjetivo. De ahí que el lado activo fuese desarrollado de un modo abstracto, en contraposición al materialismo por el idealismo, el cual, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, en cuanto tal. Feuerbach aspira a objetos sensibles, realmente distintos de los objetos conceptuales, pero no concibe la actividad humana misma como una actividad objetiva (gegenstädliche). Por eso en La esencia del cristianismo sólo se considera como auténticamente humano el comportamiento teórico, y en cambio la práctica sólo se capta y se plasma bajo su sucia forma judía de manifestarse. De ahí que Feuerbach no comprenda la importancia de la actividad "revolucionaria", de la actividad "crítico-práctica".

2)El problema de si puede atribuirse al pensamiento humano una verdad objetiva no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento. La disputa en torno a la realidad o irrealidad del pensamiento -aislado de la práctica- es un problema puramente escolástico.

3) La teoría materialista del cambio de las circunstancias y de la educación olvida que las circunstancias las hacen cambiar los hombres y que el educador necesita, a su vez, ser educado. Tiene, pues, que distinguir en la sociedad dos partes, una de las cuales se halla colocada por encima de ella. La coincidencia del cambio de las circunstancias con el de la actividad humana o cambio de los hombres mismos sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria.

4) Feuerbach parte del hecho de la autoenajenación religiosa, del desdoblamiento del mundo en un mundo religioso y otro terrenal. Su labor consiste en reducir el mundo religioso a su fundamento terrenal. Pero el hecho de que el fundamento terrenal se separe de sí mismo para plasmarse como un reino independiente que flota en las nubes es algo que sólo puede explicarse por el propio desgarramiento y la contradicción de este fundamento terrenal consigo mismo. Por ende, es necesario tanto comprenderlo en su propia contradicción como revolucionarlo prácticamente eliminando la contradicción. Así, pues, por ejemplo, después de descubrir la familia terrenal como el secreto de la familia sagrada, hay que aniquilar teórica y prácticamente la primera.

5) Feuerbach no se da por satisfecho con el pensamiento abstracto y recurre a la contemplación (Anschauung); pero no concibe lo sensorial como actividad sensorial humana práctica.

6) Feuerbach resuelve la esencia religiosa en la esencia humana. Pero la esencia humana no es algo abstracto e inmanente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales. Feuerbach, que no entra en la crítica de esta esencia real, se ve, por tanto, obligado:

1.º A prescindir del proceso histórico, enfocando para sí el sentimiento religioso y presuponiendo un individuo humano abstracto, aislado.
2.º La esencia sólo puede concebirse, por tanto, de un modo "genérico", como una generalidad interna, muda, que une de un modo natural a los muchos individuos.
7) Feuerbach no ve, por tanto, que el "sentimiento religioso" es a su vez un producto social y que el individuo abstracto que él analiza pertenece a una determinada forma de sociedad.

8) Toda vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que inducen a la teoría, al misticismo, encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica.

9) Lo más a que puede llegar el materialismo contemplativo, es decir, el que no concibe lo sensorial como una actividad práctica, es a contemplar a los diversos individuos sueltos y a la sociedad civil.

10) El punto de vista del materialismo antiguo es la sociedad civil; el del materialismo moderno, la sociedad humana o la humanidad social.

11) Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo.

Los hermanos Karamazov - "El Gran Inquisidor"

Han pasado ya quince siglos desde que Cristo dijo: "No tardaré en volver. El día y la hora, nadie, ni el propio Hijo, las sabe". Tales fueron sus palabras al desparecer, y la Humanidad le espera siempre con la misma fe, o acaso con fe más ardiente aún que hace quince siglos. Pero el Diablo no duerme; la duda comienza a corromper a la Humanidad, a deslizarse en la tradición de los milagros. En el Norte de Germania ha nacido una herejía terrible que, precisamente, niega los milagros. Los fieles, sin embargo, creen con más fe en ellos. Se espera a Cristo, se quiere sufrir y morir como Él... Y he aquí que la Humanidad ha rogado tanto por espacio de tantos siglos, ha gritado tanto "¡Señor, dignáos, aparecérosnos!", que Él ha querido, en su misericordia inagotable, bajar a la tierra.
Y he aquí que ha querido mostrarse, al menos un instante, a la multitud desgraciada, al pueblo sumido en el pecado, pero que le ama con amor de niño. El lugar de la acción es Sevilla; la época, la de la Inquisición, la de los cotidianos soberbios autos de fe, de terribles heresiarcas, ad majorem Dei gloriam.

No se trata de la venida prometida para la consumación de los siglos, de la aparición súbita de Cristo en todo el brillo de su gloria y su divinidad, "como un relámpago que brilla del Ocaso al Oriente". No, hoy sólo ha querido hacerles a sus hijos una visita, y ha escogido el lugar y la hora en que llamean las hogueras. Ha vuelto a tomar la forma humana que revistió, hace quince siglos, por espacio de treinta años.

Aparece entre las cenizas de las hogueras, donde la víspera, el cardenal gran inquisidor, en presencia del rey, los magnates, los caballeros, los altos dignatarios de la Iglesia, las más encantadoras damas de la corte, el pueblo en masa, quemó a cien herejes. Cristo avanza hacia la multitud, callado, modesto, sin tratar de llamar la atención, pero todos le reconocen.

El pueblo, impelido por un irresistible impulso, se agolpa a su paso y le sigue. Él, lento, una sonrisa de piedad en los labios, continúa avanzando. El amor abrasa su alma; de sus ojos fluyen la Luz, la Ciencia, la Fuerza, en rayos ardientes, que inflaman de amor a los hombres. Él les tiende los brazos, les bendice. De Él, de sus ropas, emana una virtud curativa. Un viejo, ciego de nacimiento, sale a su encuentro y grita: "¡Señor, cúrame para que pueda verte!" Una escama se desprende de sus ojos, y ve. El pueblo derrama lágrimas de alegría y besa la tierra que Él pisa. Los niños tiran flores a sus pies y cantan Hosanna, y el pueblo exclama: "¡Es Él! ¡Tiene que ser Él! ¡No puede ser otro que Él!"

Cristo se detiene en el atrio de la catedral. Se oyen lamentos; unos jóvenes llevan en hombros a un pequeño ataúd blanco, abierto, en el que reposa, sobre flores, el cuerpo de una niña de diecisiete años, hija de un personaje de la ciudad.

-¡Él resucitará a tu hija! -le grita el pueblo a la desconsolada madre.

El sacerdote que ha salido a recibir el ataúd mira, con asombro, al desconocido y frunce el ceño.

Pero la madre profiere:

-¡Si eres Tú, resucita a mi hija!

Y se posterna ante Él. Se detiene el cortejo, los jóvenes dejan el ataúd sobre las losas. Él lo contempla, compasivo, y de nuevo pronuncia el Talipha kumi (Levántate, muchacha).

La muerta se incorpora, abre los ojos, se sonríe, mira sorprendida en torno suyo, sin soltar el ramo de rosas blancas que su madre había colocado entre sus manos. El pueblo, lleno de estupor, clama, llora.

En el mismo momento en que se detiene el cortejo, aparece en la plaza el cardenal gran inquisidor. Es un viejo de noventa años, alto, erguido, de una ascética delgadez. En sus ojos hundidos fulgura una llama que los años no han apagado. Ahora no luce los aparatosos ropajes de la víspera; el magnífico traje con que asistió a la cremación de los enemigos de la Iglesia ha sido reemplazado por un tosco hábito de fraile.

Sus siniestros colaboradores y los esbirros del Santo Oficio le siguen a respetuosa distancia. El cortejo fúnebre detenido, la muchedumbre agolpada ante la catedral le inquietan, y espía desde lejos. Lo ve todo: el ataúd a los pies del desconocido, la resurrección de la muerta... Sus espesas cejas blancas se fruncen, se aviva, fatídico, el brillo de sus ojos.

-¡Prendedle! -les ordena a sus esbirros, señalando a Cristo.

Y es tal su poder, tal la medrosa sumisión del pueblo ante él, que la multitud se aparta, al punto, silenciosa, y los esbirros prenden a Cristo y se lo llevan. Como un solo hombre, el pueblo se inclina al paso del anciano y recibe su bendición.

Los esbirros conducen al preso a la cárcel del Santo Oficio y le encierran en una angosta y oscura celda.

Muere el día, y una noche de luna, una noche española, cálida y olorosa a limoneros y laureles, le sucede.

De pronto, en las tinieblas, se abre la férrea puerta del calabozo y penetra el gran inquisidor en persona solo, alumbrándose con una linterna. La puerta se cierra tras él. El anciano se detiene a pocos pasos de umbral y, sin hablar palabra, contempla, durante cerca de dos minutos, al preso. Luego, avanza lentamente, deja la linterna sobre la mesa y pregunta:

-¿Eres Tú, en efecto?

Pero, sin esperar la respuesta, prosigue:

-No hables, calla. ¿Qué podrías decirme? Demasiado lo sé. No tienes derecho a añadir ni una sola palabra a lo que ya dijiste. ¿Por qué has venido a molestarnos?... Bien sabes que tu venida es inoportuna. Mas yo te aseguro que mañana mismo... No quiero saber si eres Él o sólo su apariencia; sea quien seas, mañana te condenaré; perecerás en la hoguera como el peor de los herejes. Verás cómo ese mismo pueblo que esta tarde te besaba los pies, se apresura, a una señal mía, a echar leña al fuego. Quizá nada de esto te sorprenda...

Y el anciano, mudo y pensativo, sigue mirando al preso, acechando la expresión de su rostro, serena y suave.

-El Espíritu terrible e inteligente -añade, tras una larga pausa-, el Espíritu de la negación y de la nada, te habló en el desierto, y la Escrituras atestiguan que te "tentó". No puede concebirse nada más profundo que lo que se te dijo e aquellas tres preguntas o, para emplear el lenguaje de la Escritura, en aquellas tres "tentaciones". ¡Si ha habido algún milagro auténtico, evidente, ha sido el de las tres tentaciones! ¡El hecho de que tales preguntas hayan podido brotar de unos labios, es ya, por sí solo, un milagro! Supongamos que hubieran sido borradas del libro, que hubiera que inventarlas, que forjárselas de nuevo. Supongamos que, con ese objeto, se reuniesen todos los sabios de la tierra, los hombres de Estado, los príncipes de la Iglesia, los filósofos, los poetas, y que se les dijese: "Inventad tres preguntas que no sólo correspondan a la grandeza del momento, sino que contengan, en su triple interrogación, toda la historia de la Humanidad futura", ¿crees que esa asamblea de todas las grandes inteligencias terrestres podría forjarse algo tan alto, tan formidable como las tres preguntas del inteligente y poderoso Espíritu? Esas tres preguntas, por sí solas, demuestran que quien te habló aquel día no era un espíritu humano, contingente, sino el Espíritu Eterno, Absoluto. Toda la historia ulterior de la Humanidad está predicha y condensada en ellas; son las tres formas en que se concretan todas las contradicciones de la historia de nuestra especie. Esto, entonces, aún no era evidente, el porvenir era aún desconocido; pero han pasado quince siglos y vemos que todo estaba previsto en la Triple Interrogación, que es nuestra historia.¿Quién tenía razón, di? ¿Tú o quien te interrogó?...

Si no el texto, el sentido de la primera pregunta es el siguiente: "Quieres presentarte al mundo con las manos vacías, anunciándoles a los hombres una libertad que su tontería y su maldad naturales no les permiten comprender, una liberad espantosa, ¡pues para el hombre y para la sociedad no ha habido nunca nada tan espantoso como la libertad!, cuando, si convirtieses en panes todas esas piedras peladas esparcidas ante tu vista, verías a la Humanidad correr, en pos de ti, como un rebaño, agradecida, sumisa, temerosa tan sólo de que tu mano depusiera su ademán taumatúrgico y los panes se tornasen piedras." Pero tú no quisiste privar al hombre de su libertad y repeliste la tentación; te horrorizaba la idea de comprar con panes la obediencia de la Humanidad, y contestaste que "no sólo de pan vive el hombre", sin saber que el espíritu de la tierra, reclamando el pan de la tierra, había de alzarse contra ti, combatirte y vencerte, y que todos le seguirían, gritando: "¡Nos ha dado el fuego del cielo!" Pasarán siglos y la Humanidad proclamará, por boca de sus sabios, que no hay crímenes y, por consiguiente, no hay pecado; que sólo hay hambrientos. "Dales pan si quieres que sean virtuosos." Esa será la divisa de los que se alzarán contra ti, el lema que inscribirán en su bandera; y tu templo será derribado y, en su lugar, se erigirá una nueva Torre de Babel, no más firme que la primera, el esfuerzo de cuya erección y mil años de sufrimientos podías haberles ahorrado a los hombres. Pues volverán a nosotros, al cabo de mil años de trabajo y dolor, y nos buscarán en los subterráneos, en las catacumbas donde estaremos escondidos -huyendo aún de la persecución, del martirio-, para gritarnos: "¡Pan! ¡Los que nos habían prometido el fuego del cielo no nos lo han dado!" Y nosotros acabaremos su Babel, dándoles pan, lo único de que tendrán necesidad. Y se lo daremos en tu nombre. Sabemos mentir. Sin nosotros, se morirían de hambre. Su ciencia no les mantendría. Mientras gocen de libertad les faltará el pan; pero acabarán por poner su libertad a nuestros pies, clamando: "¡Cadenas y pan!" Comprenderán que la libertad no es compatible con una justa repartición del pan terrestre entre todos los hombres, dado que nunca -¡nunca!- sabrán repartírselo. Se convencerán también de que son indignos de la libertad; débiles, viciosos, necios, indómitos. Tú les prometiste el pan del cielo. ¿Crees que puede ofrecerse ese pan, en vez del de la tierra, siendo la raza humana lo vil, lo incorregiblemente vil que es? Con tu pan del cielo podrás atraer y seducir a miles de almas, a docenas de miles, pero ¿y los millones y las decenas de millones no bastante fuertes para preferir el pan del cielo al pan de la tierra? ¿Acaso eres tan sólo el Dios de los grandes? Los demás, esos granos de arena del mar; los demás, que son débiles, pero que te aman, ¿no son a tus ojos sino viles instrumentos en manos de los grandes?... Nosotros amamos a esos pobres seres, que acabarán, a pesar de su condición viciosa y rebelde, por dejarse dominar. Nos admirarán, seremos sus dioses, una vez sobre nuestros hombros la carga de su libertad, una vez que hayamos aceptado el cetro que -¡tanto será el miedo que la libertad acabará por inspirarles!- nos ofrecerán. Y reinaremos en tu nombre, sin dejarte acercar a nosotros. Esta impostura, esta necesaria mentira, constituirá nuestra cruz.

Como ves, la primera de la tres preguntas encerraba el secreto del mundo. ¡Y tú la desdeñaste! Ponías la libertad por encima de todo, cuando, si hubieras consentido en tornar panes las piedras del desierto, hubieras satisfecho el eterno y unánime deseo de la Humanidad; le hubieras dado un amo. El más vivo afán del hombre libre es encontrar un ser ante quien inclinarse. Pero quiere inclinarse ante una fuerza incontestable, que pueda reunir a todos los hombres en una comunión de respeto; quiere que el objeto de su culto lo sea de un culto universal; quiere una religión común. Y esa necesidad de la comunidad en la adoración es, desde el principio de los siglos, el mayor tormento individual y colectivo del género humano. Por realizar esa quimera, los hombres se exterminan. Cada pueblo se ha creado un dios y le ha dicho a su vecino: "¡Adora a mi dios o te mato!" Y así ocurrirá hasta el fin del mundo; los dioses podrán desaparecer de la tierra, mas la Humanidad hará de nuevo por los ídolos lo que ha hecho por los dioses. Tú no ignorabas ese secreto fundamental de la naturaleza humana y, no obstante, rechazaste la única bandera que te hubiera asegurado la sumisión de todos los hombres: la bandera del pan terrestre; la rechazaste en nombre del pan celestial y de la libertad, y en nombre de la libertad seguiste obrando hasta tu muerte. No hay, te repito, un afán más vivo en el hombre que encontrar en quien delegar la libertad de que nace dotada tan miserable criatura. Sin embargo, para obtener la ofrenda de la libertad de los hombres, hay que darles la paz de la conciencia. El hombre se hubiera inclinado ante ti si le hubieras dado pan, porque el pan es una cosa incontestable; pero si, al mismo tiempo, otro se hubiera adueñado de la conciencia humana, el hombre hubiera dejado tu pan para seguirle. En eso, tenías razón; el secreto de la existencia humana consiste en la razón, en el motivo de la vida. Si el hombre no acierta a explicarse por qué debe vivir preferirá morir a continuar esta existencia sin objeto conocido, aunque disponga de una inmensa provisión de pan. Pero ¿de qué te sirvió el conocer esa verdad? En vez de coartar la libertad humana, le quitaste diques, olvidando, sin duda, que a la libertad de elegir entre el bien y el mal el hombre prefiere la paz, aunque sea la de la muerte. Nada tan caro para el hombre como el libre albedrío, y nada, también, que le haga sufrir tanto. Y, en vez de formar tu doctrina de principios sólidos que pudieran pacificar definitivamente la conciencia humana, la formaste de cuanto hay de extraordinario, vago, conjetural, de cuanto traspasa los límites de las fuerzas del hombre, a quien, ¡tú que diste la vida por él!, diríase que no amabas. Al quitarle diques a su libertad, introdujiste en el alma humana nuevos elementos de dolor. Querías ser amado con un libre amor, libremente seguido. Abolida la dura ley antigua, el hombre debía, sin trabas, sin más guía que tu ejemplo, elegir entre el bien y el mal. ¿No se te alcanzaba que acabarías por desacatar incluso tu ejemplo y tu verdad, abrumado bajo la terrible carga de la libre elección, y que gritaría: "Si Él hubiera poseído la verdad, no hubiera dejado a sus hijos sumidos en una perplejidad tan horrible, envueltos en tales tinieblas?" Tú mismo preparaste tu ruina: no culpes a nadie. Si hubieras escuchado lo que se te proponía... Hay sobre la tierra tres únicas fuerzas capaces de someter para siempre la conciencia de esos seres débiles e indómitos -haciéndoles felices-: el milagro, el misterio y la autoridad. Y tú no quisiste valerte de ninguna. El Espíritu terrible te llevó a la almena del templo y te dijo: "¿Quieres saber si eres el Hijo de Dios? Déjate caer abajo, porque escrito está que los ángeles tomarte han en las manos." Tú rechazaste la proposición, no te dejaste caer. Demostraste con ello el sublime orgullo de un dios; ¡pero los hombres, esos seres débiles, impotentes, no son dioses! Sabías que, sólo con intentar precipitarte, hubieras perdido la fe en tu Padre, y el gran Tentador hubiera visto, regocijadísimo, estrellarse tu cuerpo en la tierra que habías venido a salvar. Mas, dime, ¿hay muchos seres semejantes a ti? ¿Pudiste pensar un solo instante que los hombres serían capaces de comprender tu resistencia a aquella tentación? La naturaleza humana no es bastante fuerte para prescindir del milagro y contentarse con la libre elección del corazón, en esos instantes terribles en que las preguntas vitales exigen una respuesta. Sabías que tu heroico silencio sería perpetuado en los libros y resonaría en lo más remoto de los tiempos, en los más apartados rincones del mundo. Y esperabas que el hombre te imitaría y prescindiría de los milagros, como un dios, siendo así que, en su necesidad de milagros, los inventa y se inclina ante los prodigios de los magos y los encantamientos de los hechiceros, aunque sea hereje o ateo.

Cuando te dijeron, por mofa: "¡Baja de la cruz y creeremos en ti!", no bajaste. Entonces, tampoco quisiste someter al hombre con el milagro, porque lo que deseabas de él era una creencia libre, no violentada por el prestigio de lo maravilloso; un amor espontáneo, no los transportes serviles de un esclavo aterrorizado. En esta ocasión, como en todas, obraste inspirándote en una idea del hombre demasiado elevada: ¡es esclavo, aunque haya sido creado rebelde! Han pasado quince siglos: ve y juzga. ¿A quién has elevado hasta ti? El hombre, créeme, es más débil y más vil de lo que tú pensabas. ¿Puede, acaso, hacer lo que tú hiciste? Le estimas demasiado y sientes por él demasiado poca piedad; le has exigido demasiado, tú que le amas más que a ti mismo. Debías estimarle menos y exigirle menos. Es débil y cobarde. El que hoy se subleve en todas partes contra nuestra autoridad y se enorgullezca de ello, no significa nada. Sus bravatas son hijas de una vanidad de escolar. Los hombres son siempre unos chiquillos: se sublevan contra el profesor y le echan del aula; pero la revuelta tendrá un término y les costará cara a los revoltosos. No importa que derriben templos y ensangrienten la tierra: tarde o temprano, comprenderán la inutilidad de una rebelión que no son capaces de sostener. Verterán estúpidas lágrimas; pero, al cabo, comprenderán que el que les ha creado rebeldes les ha hecho objeto de una burla y lo gritarán, desesperados. Y esta blasfemia acrecerá su miseria, pues la naturaleza humana, demasiado mezquina para soportar la blasfemia, se encarga ella misma de castigarla.

La inquietud, la duda, la desgracia: he aquí el lote de los hombres por quienes diste tu sangre. Tu profeta dice que, en su visión simbólica, vio a todos los partícipes de la primera resurrección y que eran doce mil por cada generación. Su número no es corto, si se considera que supone una naturaleza más que humana el llevar tu cruz, el vivir largos años en el desierto, alimentándose de raíces y langostas; y puedes, en verdad, enorgullecerte de esos hijos de la libertad, del libre amor, estar satisfecho del voluntario y magnífico sacrificio de sí mismos, hecho en tu nombre. Pero no olvides que se trata sólo de algunos miles y, más que de hombres, de dioses. ¿Y el resto de la Humanidad? ¿Qué culpa tienen los demás, los débiles humanos, de no poseer la fuerza sobrenatural de los fuertes? ¿Qué culpa tiene el alma feble de no poder soportar el peso de algunos dones terribles? ¿Acaso viniste tan sólo por los elegidos? Si es así, lo importante no es la libertad ni el amor, sino el misterio, el impenetrable misterio. Y nosotros tenemos derecho a predicarles a los hombres que deben someterse a él sin razonar, aun contra los dictados de su conciencia. Y eso es lo que hemos hecho. Hemos corregido tu obra; la hemos basado en el "milagro", el "misterio" y la "autoridad". Y los hombres se han congratulado de verse de nuevo conducidos como un rebaño y libres, por fin, del don funesto que tantos sufrimientos les ha causado. Di, ¿hemos hecho bien? ¿Se nos puede acusar de no amar a la Humanidad? ¿No somos nosotros los únicos que tenemos conciencia de su flaqueza; nosotros que, en atención a su fragilidad, la hemos autorizado hasta para pecar, con tal de que nos pida permiso? ¿Por qué callas? ¿Por qué te limitas a mirarme con tus dulces y penetrantes ojos? ¡No te amo y no quiero tu amor; prefiero tu cólera! ¿Y para qué ocultarte nada? Sé a quién le hablo. Conoces lo que voy a decirte, lo leo en tus ojos... Quizá quieras oír precisamente de mi boca nuestro secreto. Oye, pues: no estamos contigo, estamos con Él...; nuestro secreto es ése. Hace mucho tiempo -¡ocho siglos!- que no estamos contigo, sino con Él. Hace ocho siglos que recibimos de Él el don que tú, cuando te tentó por tercera vez mostrándote todos los reinos de la tierra, rechazaste indignado; nosotros aceptamos y, dueños de Roma y la espada de César, nos declaramos los amos del mundo. Sin embargo, nuestra conquista no ha acabado aún, está todavía en su etapa inicial, falta mucho para verla concluida; la tierra ha de sufrir aún durante mucho tiempo; pero nosotros conseguiremos nuestro objeto, seremos el César y, entonces, nos preocuparemos de la felicidad universal. Tú también pudiste haber tomado la espada de César; ¿por qué rechazaste tal don? Aceptándole, hubieras satisfecho todos los anhelos de los hombres sobre la tierra, les hubieras dado un amo, un depositario de su conciencia y, a la vez, un ser en torno a quien unirse, formando un inmenso hormiguero, ya que la necesidad de la unión universal es otro de los tres supremos tormentos de la Humanidad. La Humanidad siempre ha tendido a la unidad mundial. Cuanto más grandes y gloriosos, más sienten los pueblos ese anhelo. Los grandes conquistadores, los Tamerlán, los Gengis Kan que recorren la tierra como un huracán devastador, obedecen, de un modo inconsciente, a esa necesidad. Tomando la púrpura de César, hubieras fundado el imperio universal, que hubiera sido la paz del mundo. Pues, ¿quién debe reinar sobre los hombres sino el que es dueño de sus conciencias y tiene su pan en las manos?

Tomamos la espada de César y, al hacerlo, rompimos contigo y nos unimos a Él. Aún habrá siglos de libertinaje intelectual, de pedantería y de antropofagia -los hombres, luego de erigir, sin nosotros, su Torre de Babel, se entregarán a la antropofagia-; pero la bestia acabará por arrastrarse hasta nuestros pies, los lamerá y los regará con lágrimas de sangre. Y nosotros nos sentaremos sobre la bestia y levantaremos una copa en la que se leerá la palabra "Misterio". Y entonces, sólo entonces, empezará para los hombres el reinado de la paz y de la dicha. Tú te enorgullecerás de tus elegidos, pero son una minoria: nosotros les daremos el reposo y la calma a todos. Y aun de esa minoría, aun de entre esos "fuertes" llamados a ser de los elegidos, ¡cuántos han acabado y acabarán por cansarse de esperar, cuántos han empleado y emplearán contra ti las fuerzas de su espíritu y el ardor de su corazón en uso de la libertad de que te son deudores! Nosotros les daremos a todos la felicidad, concluiremos con las revueltas y matanzas originadas por la libertad. Les convenceremos de que no serán verdaderamente libres, sino cuando nos hayan confiado su libertad. ¿Mentiremos? ¡No! Y bien sabrán ellos que no les engañamos, cansados de las dudas y de los terrores que la libertad lleva consigo. La independencia, el libre pensamiento y la ciencia llegarán a sumirles en tales tinieblas, a espantarlos con tales prodigios y exigencias, que los menos suaves y dóciles se suicidarán; otros, también indóciles, pero débiles y violentos, se asesinarán, y otros -los más-, rebaño de cobardes y de miserables, gritarán a nuestros pies: "¡Sí, tenéis razón! Sólo vosotros poseéis su secreto y volvemos a vosotros! ¡Salvadnos de nosotros mismos!"

No se les ocultará que el pan -obtenido con su propio trabajo, sin milagro alguno- que reciben de nosotros se lo tomamos antes nosotros a ellos para repartírselo, y que no convertimos las piedras en panes. Pero, en verdad, más que el pan en sí, lo que les satisfará es que nosotros se lo demos. Pues verán que, si no convertimos las piedras en panes, tampoco los panes se convierten, vuelto el hombre a nosotros, en piedras. ¡Comprenderán, al cabo, el valor de la sumisión! Y mientras no lo comprendan, padecerán. ¿Quién, dime, quién ha puesto más de su parte para que dejen de padecer? ¿Quién ha dividido el rebaño y le ha dispersado por extraviados andurriales? Las ovejas se reunirán de nuevo, el rebaño volverá a la obediencia y ya nada le dividirá ni lo dispersará. Nosotros, entonces, les daremos a los hombres una felicidad en armonía con su débil naturaleza, una felicidad compuesta de pan y humildad. Sí, les predicaremos la humildad -no, como Tú, el orgullo. Les probaremos que son débiles niños, pero que la felicidad de los niños tiene particulares encantos. Se tornarán tímidos, no nos perderán nunca de vista y se estrecharán contra nosotros como polluelos que buscan el abrigo del ala materna. Nos temerán y nos admirarán. Les enorgullecerá el pensar la energía y el genio que habremos necesitado para domar a tanto rebelde. Les asustará nuestra cólera, y sus ojos, como los de los niños y los de las mujeres, serán fuentes de lágrimas. ¡Pero con qué facilidad, a un gesto nuestro, pasarán del llanto a la risa, a la suave alegría de los niños! Les obligaremos, ¿qué duda cabe?, a trabajar; pero los organizaremos, para sus horas de ocio, una vida semejante a los juegos de los niños, mezcla de canciones, coros inocentes y danzas. Hasta les permitiremos pecar -¡su naturaleza es tan flaca! Y, como les permitiremos pecar, nos amarán con un amor sencillo, infantil. Les diremos que todo pecado cometido con nuestro permiso será perdonado, y lo haremos por amor, pues, de sus pecados, el castigo será para nosotros y el placer para ellos. Y nos adorarán como a bienhechores. Nos lo dirán todo y, según su grado de obediencia, les permitiremos o les prohibiremos vivir con sus mujeres o sus amantes y les consentiremos o no les consentiremos tener hijos. Y nos obedecerán, muy contentos. Nos someterán los más penosos secretos de su conciencia, y nosotros decidiremos en todo y por todo; y ellos acatarán, alegres, nuestras sentencias, pues les ahorrarán el cruel trabajo de elegir y de determinarse libremente.

Todos los millones de seres humanos serán así felices, salvo unos cien mil, salvo nosotros, los depositarios del secreto. Porque nosotros seremos desgraciados. Los felices se contarán por miles de millones, y habrá cien mil mártires del conocimiento, exclusivo y maldito, del bien y del mal. Morirán en paz. pronunciando tu nombre, y, más allá de la tumba, sólo verán la oscuridad de la muerte. Sin embargo, nos lo callaremos; embaucaremos a los hombres, por su bien, con la promesa de una eterna recompensa en el cielo, a sabiendas de que, si hay otro mundo, no ha sido, de seguro, creado para ellos. Se vaticina que volverás, rodeado de tus elegidos, y que vencerás; tus héroes sólo podrán envanecerse de haberse salvado a sí mismos, mientras que nosotros habremos salvado al mundo entero. Se dice que la fornicadora, sentada sobre la bestia y con la "copa del misterio" en las manos, será afrentada y que los débiles se sublevarán por vez postrera, desgarrarán su púrpura y desnudarán su cuerpo impuro. Pero yo me levantaré entonces y te mostraré los miles de millones de seres felices que no han conocido el pecado. Y nosotros que, por su bien, habremos asumido el peso de sus culpas, nos alzaremos ante ti, diciendo: "¡Júzganos, si puedes y te atreves!" No te temo. Yo también he estado en el desierto; yo también me he alimentado de langostas y raíces; yo también he bendecido la libertad que les diste a los hombres y he soñado con ser del número de los fuertes. Pero he renunciado a ese sueño, he renunciado a tu locura para sumarme al grupo de los que corrigen tu obra. He dejado a los orgullosos para acudir en socorro de los humildes. Lo que te digo se realizará; nuestro imperio será un hecho. Y te repito que mañana, a una señal mía, verás a un rebaño sumiso echar leña a la hoguera donde te haré morir, por haber venido a perturbarnos. ¿Quién más digno que Tú de la hoguera? Mañana te quemaré. Dixi.

El inquisidor calla. Espera unos instantes la respuesta del preso. Aquel silencio le turba. El preso le ha oído, sin dejar de mirarle a los ojos, con una mirada fija y dulce, decidido evidentemente a no contestar nada. El anciano hubiera querido oír de sus labios una palabra, aunque hubiera sido la más amarga, la más terrible. Y he aquí que el preso se le acerca en silencio y da un beso en sus labios exangües de nonagenario. ¡A eso se reduce su respuesta! El anciano se estremece, sus labios tiemblan; se dirige a la puerta, la abre y dice:

-¡Vete y no vuelvas nunca..., nunca!

Y le deja salir a las tinieblas de la ciudad. El preso se aleja.

[Novela. Fragmento de un capítulo]
Fiodor Dostoyevski

La ética exige libertad

«Voy a contarte un caso dramático. Ya conoces a las termitas, esas hormigas blancas que en África levantan impresionantes hormigueros de varios metros de alto y duros como la piedra. Dado que el cuerpo de la termitas es blando, por carecer de la coraza quitinosa que protege a otros insectos, el hormiguero les sirve de caparazón colectivo contra ciertas hormigas enemigas, mejor armadas que ellas. Pero a veces uno de esos hormigueros se derrumba, por culpa de un riada o de un elefante (a los elefantes le gusta rascarse los flancos contra los termiteros, qué le vamos a hacer). En seguida, las termitas-obrero se ponen a trabajar para reconstruir su dañada fortaleza, a toda prisa. Y las grandes hormigas enemigas se lanzan al asalto. Las termitas-soldado salen a defender a su tribu e intentan detener a las enemigas. Como ni por tamaño ni por armamento pueden competir con ellas, se cuelgan de las asaltantes intentando frenar todo lo posible su marcha, mientras las feroces mandíbulas de sus asaltantes las van despedazando. Las obreras trabajan con toda celeridad y se ocupan de cerrar otra vez el termitero derruido... pero lo cierran dejando fuera las pobres y heroicas termitas-soldado, que sacrifican sus vidas por la seguridad de las demás. ¿No merecen acaso una medalla, por lo menos? ¿No es justo decir que son valientes?

Cambio de escenario, pero no de tema. En la Ilíada, Homero cuenta la historia de Héctor, el mejor guerrero de Troya, que espera a pie firme fuera de las murallas de su ciudad a Aquiles, el enfurecido campeón de los aqueos, aun sabiendo que éste es más fuerte que él y que probablemente va a matarle. Lo hace por cumplir su deber, que consiste en defender a su familia y a sus conciudadanos del terrible asaltante. Nadie duda de que Héctor es un héroe, un auténtico valiente. Pero ¿es Héctor heroico y valiente del mismo modo que las termitas-soldado cuya gesta millones de veces repetida ningún Homero se ha molestado en contar? ¿No hace Héctor, a fin de cuentas, lo mismo que cualquiera de las termitas anónimas? ¿Por qué nos parece su valor más auténtico y más difícil que el de los insectos? ¿Cuál es la diferencia entre un caso y otro?


Sencillamente, la diferencia estriba en que las termitas-soldado luchan y muere porque tienen que hacerlo, sin poderlo remediar (como la araña que se come a la mosca). Héctor, en cambio, sale a enfrentarse con Aquiles porque quiere. Las termitas-soldado no pueden desertar, ni rebelarse, ni remolonear para que otras vayan en su lugar: están programadas necesariamente por la naturaleza para cumplir su heroica misión. El caso de Héctor es distinto. Podría decir que está enfermo o que no le da la gana enfrentarse a alguien más fuerte que él. Quizá sus conciudadanos le llamasen cobarde y le tuviesen por un caradura o quizá le preguntasen qué otro plan se le ocurre para frenar a Aquiles pero es indudable que tiene la posibilidad de negarse a ser héroe. Por mucha presión que los demás ejerzan sobre él, siempre podría escaparse de lo que se supone que debe hacer: no está programado para ser héroe, ningún hombre lo está. De ahí que tenga mérito su gesto y que Homero cuente su historia con épica emoción. A diferencia de la termitas, decimos que Héctor es libre y por eso admiramos su valor. (...)

En resumen: a diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente. Y como podemos inventar y elegir, podemos equivocarnos, que es algo que a los castores, las abejas y las termitas no suele pasarles. De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si se prefiere, es a lo que llamamos ética.»

SAVATER, Fernando. Ética para Amador. Barcelona: Ariel, 1991. (Págs. 24-25 y 32)

Campos de exterminio, destrucción física y psíquica de una persona

«Imagináos ahora un hombre a quien, además de a sus personas amadas, se le quitan la casa, las costumbres, las ropas, todo, literalmente todo lo que posee: será un hombre vacío, reducido al sufrimiento y a la necesidad, falto de dignidad y de juicio, porque a quien lo ha perdido todo fácilmente le sucede perderse a sí mismo; hasta tal punto que se podrá decidir sin remordimiento su vida o su muerte prescindiendo de cualquier sentimiento de afinidad humana; en el caso más afortunado, apoyándose meramente en la valoración de su utilidad. Comprenderéis ahora el doble significado del término "Campo de aniquilación", y veréis claramente lo que queremos decir con esta frase: yacer en el fondo.

Häftling: me he enterado de que yo soy un Häftling. Mi llamo 174.517; nos han bautizado, llevaremos mientras vivamos esta lacra tatuada en el brazo izquierdo. […]

Hoy es domingo de trabajo, Arbeitssonntag: se trabaja hasta las trece, después se vuelve al campo para la ducha, el afeitado y el control general de la sarna y de los piojos y, en el tajo, misteriosamente, todos hemos sabido que la selección será hoy.

La noticia ha llegado, como siempre, rodeada de un hado de detalles contradictorios y recelos: esta misma mañana ha habido una selección en la enfermería; el porcentaje ha sido del siete, del treinta, del cincuenta por ciento del total de los enfermos. En Birkenau, la chimenea del Crematorio humea desde hace diez días. Hay que hacerle sitio a una enorme expedición que va a llegar del ghetto de Ponen. Los jóvenes dicen a los jóvenes que serán elegidos todos los viejos. Los sanos dicen a los sanos que serán elegidos todos los enfermos. Serán excluidos los especialistas. Serán excluidos los judíos alemanes. Serán excluidos los Números Bajos. Serás elegido tu. Seré excluido yo.

[...] Parece ser que todo marcha como todos los días, la chimenea de la cocina humea como de costumbre, ya ha empezado la distribución del potaje. Pero luego se ha oído la campana, y ahora hemos comprendido que va en serio.

Porque esta campana suena siempre al alba, y entonces es la diana, pero cuando suena a media jornada quiere decir "Blocksperre", encierro en la barraca, y esto sucede cuando hay selección, para que nadie no se sustraiga a ella y, cuando los seleccionados salgan hacia la cámara de gas, para que nadie los vea partir.»

LEVI, Primo. Si eso es un hombre, Barcelona: Muchnik Editores, 1987. Págs. 28-29, 133-134)

Las identidades que matan

«La humanidad entera no es está sino de casos particulares, la vida es creadora de diferencias y ninguna «reproducción» da nunca copias exactas. Todo el mundo, sin excepciones, posee una identidad compuesta. [...]

Es justamente eso lo que caracteriza la identidad de cada cual: que es compleja, única, insustituible, imposible de confundirse con ninguna otra. Si insisto tanto es por culpa de esta costumbre aún tan extendido y a mi entender muy pernicioso, y que hace que nos limitemos a decir, para afirmar nuestra identidad, «soy árabe», «soy francés», «soy negro», «soy serbio», «soy musulmán», «soy judío»; quién muestra, como lo he hecho yo, sus múltiples pertenencias, inmediatamente es acusado de querer «disolver» su identidad en un cuadro informe en que se borran todos los colores. […]


Para medir lo que es verdaderamente innato entre los elementos de la identidad, sólo es preciso hacer un ejercicio mental eminentemente revelador: imaginar un recién nacido que al nacer fuera alejado de su medio y situado en otro entorno; comparar entonces las diferentes «identidades» que podría adquirir, los combates que tendría que librar y los que le serían ahorrados... Esta persona, no es preciso decirlo, no tendría ningún recuerdo de «su» religión de origen, ni de «su» nación ni de «su» lengua, y podría verse luchando encarnizadamente contra quienes habrían tenido que ser los suyos.

Es innegable que lo que determina la pertenencia de una persona a un grupo dado es esencialmente la influencia del otro; la influencia de quienes tiene cerca —padres, compatriotas, correligionarios—, los cuales intentan hacérselo suyo, y la influencia de quienes tiene enfrente, los cuales ponen empeño para excluirlo. Cada uno de nosotros ha de abrirse paso entre los caminos en los que es empujado y los que le son prohibidos o llenos de trampas bajo los pies; nadie no es de golpe sí mismo, nadie no se limita a «tomar conciencia» de lo que es, sino que deviene lo que es; no se limita a «tomar conciencia» de su identidad, sino que la adquiere despacio.

El aprendizaje comienza muy pronto, desde muy pequeños. Cada uno es modelado, voluntariamente o no, por los suyos, los cuales le forman, le inculcan creencias familiares, ritos, actitudes, convenciones, la lengua materna, está claro, y también terrores, aspiraciones, prejuicios, enconos, así como diferentes sentimientos de pertenencia y de no pertenencia.»

MAALOUF, Amin. Las identidades que matan. Para una mundialización que respete la diversidad. Barcelona: Ediciones La Campana, 1999. (págs. 30-31, 34-35)

La tecnología, una carga más que una bendición

«En Estados Unidos, donde la televisión ha arraigado más fuertemente que en ninguna parte, muchas personas la consideran una bendición, y no sólo los que en ella tienen trabajos muy bien pagadas y gratificantes como ejecutivos, técnicos, locutores y entretenedores. No debe sorprender a nadie que estas personas, dado que forman un nuevo monopolio de conocimiento, se aplaudan y defiendan y promuevan la tecnología de la televisión. Por otra parte y a la larga, la televisión puede comportar el final de los trabajos de los maestros, puesto que la escuela fue el invento de la imprenta y resistirá o sucumbirá según la importancia que tenga la letra impresa. Durante cuatrocientos años los maestros han sido parte del monopolio de conocimiento creado por la imprenta, y ahora son testimonios del derrumbamiento de aquel monopolio. Parece ser que no pueden hacer mucho para evitar este derrumbamiento, pero quizás sea perverso que los maestros estén entusiasmados con lo que sucede. Este entusiasmo siempre me recuerda la imagen de alguno herrero de principios de siglo que no sólo canta las alabanzas del automóvil sino que cree que su negocio se beneficiará. Ahora sabemos que su negocio no se benefició; merced a él se convirtió en obsoleto, como tal vez sabían los herreros lúcidos. ¿Qué podían haber hecho? Si no nada más, llorar.

El desarrollo y la difusión de la tecnología de los ordenadores comporta una situación parecida, puesto que aquí también hay ganadores y perdedores. No se puede discutir que el ordenador ha aumentado el poder de las organizaciones a gran escalera como las fuerzas armadas o las compañías aéreas o los bancos o las agencias de recaudación de impuestos. Y es igual de claro que ahora el ordenador es indispensable para los investigadores de alto nivel de física y otras ciencias naturales. Pero, ¿hasta qué punto el ordenador ha sido una ventaja para las demás personas? ¿Para los trabajadores metalúrgicos, los tenderos, los maestros, los mecánicos de coches, los músicos, los dentistas y la mayoría de los otros en la vida de los que ahora entra el ordenador? Sus asuntos privados ahora son más accesibles a las instituciones poderosas. Son seguidos y controlados más fácilmente, están sujetos a más exámenes, aumenta el desconcierto que oyen delante las decisiones que se toman sobre ellos y a menudo son reducidos a simples objetos numéricos.»

POSTMAN, Neil. Tecnòpoli, Barcelona: Libros del Índice, 1994. (págs. 17-18

De la pregunta: ""¿Qué parte de vuestra razón desaparece en una noche muy pasada de alcohol?"

«Si estáis totalmente embriagados, imposible saber dónde estáis, lo que perdéis, lo que os falla y hace falta. De la cabeza que da vueltas, en los primeros momentos de la borrachera, hasta el otro extremo de la pérdida de conciencia en el coma etílico, todos los grados de alteración son posibles: de la razón fluctuante a la razón ausente, pasando por la razón problemática. Podéis conocer entonces la volubilidad de la razón liberada de las coacciones sociales y las censuras habituales, la razón excitada, después, la razón impedida, torpe con el lenguaje y las palabras, la expresión y la argumentación, y finalmente, la razón aturdida, acompañada de una pérdida de equilibrio, de apuros en la posición bípeda, en vía de la regresión cuadrúpeda, a menos que no estéis ya reptando cual bestias primitivas... ¡Cuidado al despertar!

¿Qué es esta razón afectada por la bebida? Una facultad de combinar los conceptos y las proposiciones intelectuales, de utilizar la inteligencia para comparar las ideas y la realidad. Razonar es pensar con orden, método y disciplina, encadenar los argumentos, practicar un discurso sensato, cuya procedencia, situación y dirección capte el interlocutor. Es, también, conducir nuestra reflexión con el cuidado de demostrar, probar y justificar. De hecho, la razón es uno de los instrumentos que permite la relación entre uno mismo y el mundo, uno y los otros. Permite la captación y comprensión del sentido que se aplica en las relaciones humanas y la naturaleza del mundo. »

ONFRAY, Michel. Antimanual de filosofía. Madrid: Edaf Ensayo, 2005. (Págs 38, 110-111, 254-255)

Sobre la Observación

Para observar el movimiento verdadero de nuestra existencia, no debe existir un observador, sino sólo la observación.

El proceso de combatir algo sólo alimenta y fortalece aquello contra lo que luchamos.

La no acción consiste en observar sin actuar sobre lo observado. Entonces esa observación misma produce una transformación radical en aquello que observamos. Que no requiere esfuerzo alguno.

Lo que sí resuelve un problema totalmente es poder observarlo sin el observador, que es la experiencia pasada, el recuerdo, el conocimiento; simplemente observarlo, con eso descubriremos qué es el dolor y si la mente humana puede liberarse alguna vez de él.

Las ideas no transforman radicalmente al ser humano: Podrán traer revoluciones superficiales...Se deben observar las cosas tal cual son, y en el hecho de comprender las cosas tal cual son, hay una transformación: Saber que soy codicioso y no buscar excusas ni condenarlos, sin idealizar su opuesto diciendo :"No debo de ser codicioso"; saber simplemente que soy codicioso es ya el comienzo de la transformación.

Krishnamurti