ARMANDO FERNÁNDEZ BARTOLOMÉ
COORDINADOR LOCAL DE UPYD DE GIJÓN Y PROFESOR
En el foro público asturiano llevamos semanas oyendo a 
nuestros políticos desafinar  sobre el  Niemeyer, la Laboral, el 
Calatrava, la Semana Negra, el despilfarro, los localismos., guirigay 
más en clave de dinero y poder que de servicio público. Mucho ruido 
mediático, mucha pose electoralista, pero no acabamos de escuchar 
claramente la melodía y el ritmo de cuál será nuestra política cultural 
para los próximos años. 
Nosotros también queremos participar en la función y 
hacer algunas reflexiones y propuestas, pero desde el realismo de los 
hechos. Y partimos de uno incontestable: a medio camino entre Avilés y 
Gijón, en Gozón, nació humildemente hace diez años un autentico prodigio
 cultural. Me refiero al coro El León de Oro, que desde la iniciativa de
 un grupo de amigos liderados por Marco A. García de Paz, su director y 
'alma mater', ha ido forjando un palmarés impresionante sustentado en el
 amor a la música, el talento, el trabajo y el compañerismo.  Admirado 
por todos los amantes de la música, premiado en medio mundo, el coro 
luanquín aúna estética, ética y política (de la buena), porque no solo 
busca la belleza sonora y fomenta los valores comunitarios que surgen 
del canto conjunto, sino que, además, lo revierte gratuitamente a la 
sociedad deleitándola con múltiples conciertos.  Y por si fuera poco, 
también educa porque el proyecto engloba un coro de adultos de 40 voces 
mixtas y un coro infantil (Los Peques) con cincuenta integrantes y 
admirablemente dirigido, en lo musical y en lo humano, por Elena Rosso 
Valiña. Pues bien, este sublime coro asturiano, totalmente amateur, no 
ha recibido prácticamente ninguna ayuda por parte del Principado desde 
su nacimiento. Increíble tanta sordera institucional con la cantidad de 
dinero público que se ha volatizado en chirriantes espectáculos  de humo
 y cartón piedra.  El hecho invita a la reflexión. En Asturias 
necesitamos modificar profundamente el concepto de cultura imperante y 
que los poderes públicos han contribuido a consolidar. En las últimas 
décadas, la cultura ha sido sometida al consumismo (convirtiéndola en 
mercancía) y al éxito inmediato. Frente al ser humano creador, que es 
partícipe directo y protagonista de la cultura, hemos admitido la 
generalización del ser humano espectador. El valor de la cultura como 
forma de enriquecimiento de la persona ha sido sustituido por el valor 
económico que pueda generar cualquier actividad supuestamente 
relacionada con ella. La construcción y utilización de costosas y 
deficitarias infraestructuras públicas culturales, que pueden tener sin 
duda un papel importante como parte de una estrategia turística, ocultan
 una lamentable falta de promoción de la cultura a nivel popular, 
fundamental para completar la formación del ciudadano y hacerle más 
feliz y mejor persona. Y de la reflexión nace la propuesta política: 
consideramos que para recuperar la cultura en su concepción integral es 
preciso reorientar los esfuerzos y recursos (escasos)  a través de un 
profundo cambio: hay que reducir drásticamente las subvenciones públicas
 a aquellos espectáculos que pueden guiarse por criterios exclusivamente
 de mercado y que no cumplen con la función social de la cultura, 
destinando esos recursos a fomentar el conocimiento (desde la práctica) 
de las artes entre los ciudadanos en general y en particular entre los 
niños y jóvenes, con especial atención a las asociaciones locales y los 
centros educativos. Entidades como El León de Oro han de  marcar  el 
compás. 
http://www.elcomercio.es/prensa/20111029/opinionarticulos/coro-20111029.html
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