Artículo publicado por el periódico LA NUEVA ESPAÑA el Martes 29 de Agosto del 2017
Los atentados yihadistas en Cataluña confirman, una vez más, que siguen muy vivos los ideales Ilustrados .Occidente lleva siglos en lucha contra el fanatismo pero fué a partir de la Modernidad cuando se materializa una transformación crucial: el paso de una sociedad culturalmente religiosa a otra secular . Este proceso tiene diversas causas. Por un lado un “desencantamiento del mundo”, a través de la ciencia y de la técnica, que propicia el escepticismo religioso .Y por otro la aparición de una nueva antropología, basada en la razón crítica y la autonomía de la voluntad , que implica la posibilidad de que cada uno asuma su propio itinerario espiritual o filosófico . En resumen: personas libres de la ignorancia y libres para una vida propia.
La secularización, muy unida históricamente a la democracia liberal, tuvo y tiene enemigos: sin duda el fanatismo religioso reaccionario pero también, como atestigua la sangrienta historia del siglo XX, ideologías totalitarias (fascismo , comunismo...) que han operado en la práctica como “religiones sustitutorias”; compartiendo el gusto por las sociedades cerradas. Sirvan Irán o Corea del Norte como ejemplos actuales.
La secularización no supone un ataque contra la religión sino la creación de un marco social pluralista donde conviven diversas “ofertas de sentido”. Su armazón político lo constituye el Estado laico que se sitúa entre esos dos extremos perversos que son el Estado laicista y el confesional religioso. Este escenario es bueno también para las religiones positivas porque las ayuda a purificarse, recuperando sus raíces y lo específico que deben ofrecer a la sociedad.
En todo caso, los atentados salafistas vuelven a confirmar el enorme poder de las ideas . Y no solo en un sentido lógico sino también porque están ligadas emocionalmente a nuestras creencias y condicionan nuestros comportamientos y expectativas. Por tanto, y más allá de su interés o importancia intelectual , lo primordial es criticarlas, dilucidar si son verdaderas o falsas. Y si son falsas deben ser combatidas, sin relativismos, treguas ni miedos porque la verdad, a través de la racionalidad pública y dialógica, es condición imprescindible para el mantenimiento de la democracia .
Por todo lo dicho se entiende que la educación sea el asunto público por excelencia y donde se juegan las sociedades su futuro. Por supuesto también España y Europa. Al terrorismo, yihadista o del tipo que sea, hay que combatirlo con armas, sin ingenuidades (dos no se integran si uno no quiere) pero principalmente hay que dar la batalla preventiva contra las ideas que lo sustentan como creencia.
En nuestro sistema educativo debe ser obligatoria, realmente y no solo en los papeles, una sólida formación científica, humanística y filosófica . Y debe ser obligatoria una sólida educación en los valores democráticos: justicia, igualdad, participación... Reconociendo que educa toda la sociedad , y no con peroratas ni discursos, sino vía ejemplar. En este sentido, si analizamos las tertulias televisivas surgidas a raíz de los atentados llegamos a conclusiones preocupantes. Parece que la verdad no interesa a casi nadie sino el morbo , el espectáculo y la politización interesada de la tragedia. Además se ha puesto de manifiesto la ignorancia que hay en este país sobre lo que significa el hecho religioso como fenómeno cultural. Quizás tenga algo que ver nuestros planes de estudios de los últimos años que desterraron su estudio científico y filosófico. Grave error: creyente, ateo o agnóstico... un ciudadano civilizado debe conocer con profundidad un fenómeno culturalmente tan importante , que vertebra la vida de miles de millones de personas en el mundo. y, seguramente, la de muchos de sus vecinos.
La globalización ha llevado la secularización “urbi et orbi” abriéndonos a un escenario extraordinariamente complejo y plagado de resentimiento. . Y sin embargo las respuestas políticas, nacionales e internacionales, son tópicas y denotan fatiga y resignación. Necesitamos una democracia activa y con ideales. Erich Fromm cerraba, ya en 1941, su extraordinario libro “El miedo a la libertad” con las siguientes palabras que suscribimos absolutamente : “ la victoria sobre todas las formas de sistemas autoritarios será únicamente posible si la democracia no retrocede, asume la ofensiva y avanza para realizar su propio fin, tal como lo concibieron aquellos que lucharon por la libertad durante los últimos siglos. Triunfará sobre las fuerzas del nihilismo tan sólo si logra infundir en los hombres aquella fe que es la más fuerte de las que sea capaz el espíritu humano, la fe en la vida y en la verdad, la fe en la libertad, como realización activa y espontánea del yo individual” .
Armando F. Bartolomé. Diputado por Cs de la Junta General. Profesor de Filosofía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario