«Los chicos siguen marcando las reglas de las relaciones y juzgando a las chicas según lo consentidoras que resulten», dice Valcárcel
Más de 200 personas asisten a unas jornadas de educación afectivo-sexual destinadas a la comunidad docente
«Jenny y Salvador han tenido un affaire sexual y Salvador se lo ha contado a todo el mundo, porque él no era 'el primero que se la tira', 'a los catorce años ya se la habían repasado'». Conclusión de Salvador: Jenny «es una guarra». Y todo esto «ocurre en el patio del instituto, donde Salvador cuenta a sus amigos que se ha enrollado con Jenny, mientras ésta llora en el otro extremo del patio y algunas amigas intentan consolarla».
El texto está sacado de 'Sex o no sex', un 'Abecedario de la sexualidad' promovido, editado y distribuido por la Consejería de Presidencia, Justicia e Igualdad del Principado como material educativo destinado a los alumnos de Secundaria de toda la región.
Y el descalificativo «guarra» -junto a «puta» y otros similares, todos dedicados invariablemente al género femenino- fue pronunciado ayer por la filósofa Amelia Valcárcel durante unas jornadas de educación afectivo-sexual destinadas a la comunidad escolar a las que asistieron más de 200 personas. La mayoría, docentes preocupados por la educación de sus alumnos. Porque su tarea «no es sólo llenar las cabezas de conocimientos, sino también los cuerpos de actitudes», les recordó Valcárcel. Y porque, «cuando se enseña algo, se enseña además la dignidad, la libertad, el respeto...».
Esos insultos demuestran, dijo la catedrática de Filosofía Moral y Política de la UNED y consejera de Estado, que «los chicos siguen marcando las reglas en las relaciones y juzgando a las chicas según lo consentidoras o no que resulten». Nada nuevo.
«Ominosas y repugnantes»
Algo similar pasaba durante el primer franquismo, explicó, cuando en España se vivía «como en el siglo XIII», cuando «te quedabas en esta país porque no había otro», unas vivencias que le permiten comprender, aseguró, «cómo se vive ahora en Irán».
En esa época no tan lejana, «la gente no necesitaba educación afectivo-sexual». Y no la necesitaban, precisó, porque «estaba muy claro quién era quién. Los machos se educaban con los machos y las hembras, con las hembras».
«Se suponía que ellos iban a aprovecharse y que nosotras teníamos que resistirnos a ese aprovechamiento. Y la que no se resistía y caía antes de negociar en el mercado matrimonial debía sentir una vergüenza infinita», apuntó Valcárcel acerca de «unas reglas ominosas y repugnantes».
«Tan ominosas eran que decidimos abolirlas», resumió. «Años sesenta. Se empieza a hablar de relaciones sexuales libres. ¿Pero lo pusimos alguna vez en práctica? Bueno, sí, hubo dos que lo pusieron en práctica, pero tenían muy mala fama», ironizó. Y entonces «irrumpió la igualdad, el cambio más fuerte que se ha dado nunca», de tal manera que «ahora el 60% del alumnado en las universidades son mujeres», lo que da como resultado «una sociedad inédita».
Son «tiempos confusos sin identidades establecidas» en los que «las jóvenes están confusas y no saben qué hacer con el sexo y los afectos, con esa libertad». Porque «el sexo está absolutamente vinculado con los afectos» y porque «las libertades no traen instrucciones de uso».
«A pesar de todos los obstáculos, para no tener que volver a hablar jamás de varones que no están de acuerdo con ese nuevo campo de libertad, hasta llegar a la violencia extrema, es necesario intentar educar en igualdad desde la escuela».
http://www.elcomerciodigital.com/v/20100422/gijon/jenny-guarra-20100422.html
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