JORGE J. URÍA A qué juegan? El papelón del vicealcalde Montes Estrada en toda este asunto no llama la atención de nadie a estas alturas, y es que afearle de forma airada la conducta a la Autoridad Portuaria por querer dar uso residencial a los suelos que ocupó Naval Gijón forma parte del reparto de funciones que se han asignado desde el Ayuntamiento para no hacer ver a los ciudadanos las tropelías que esconde un plan urbanístico como el diseñado para esta ciudad, que camina en dirección contraria a lo que instancias europeas consideran ciudades de futuro, aquellas que manejarán una traza compacta y sostenible, alejada de la dispersión defendida por el propio Montes Estrada cuando alude a que hay otros sitios para hacer pisos.
Tras la impostura y las poses de indignación que diferentes responsables políticos han mostrado, se esconde el fracaso de toda una gestión, la que no ha sabido o no ha querido defender el potencial industrial que en su día tuvo una parte de la costa oeste gijonesa y que ahora quieren maquillar como Parque Tecnológico. Antes de ocupar de forma salvaje el entorno rural del concejo, desparramando recursos que encarecerán servicios públicos como recogida de basuras o transporte público convirtiendo Gijón en una ciudad poco eficiente incluso desde el punto de vista medioambiental, deberíamos hacer un esfuerzo por encontrar en el casco urbano zonas en las que poder conjugar la construcción de viviendas con espacios verdes y de esparcimiento ciudadano. Izquierda Unida y el Partido Socialista no quieren pisos de lujo sobre los restos de Naval Gijón: los prefieren en Granda o Castiello, en un intento de lavar su conciencia a sabiendas de que perpetuar el uso industrial de suelo a cinco minutos del centro urbano tenía los días contados. Tal vez por eso dejaron caer los astilleros, para que al final, después de tanta puesta en escena, el Ayuntamiento, representando el papel de dama indignada por los pellizquitos de monja que le procura su amante, la Autoridad Portuaria, se acaben construyendo pisos frente al mar que se sumarán a los proyectados en las parroquias rurales.
Las sombras de El Musel, con sus sobrecostes, el diseño de una planta regasificadora al lado de núcleos habitados, el fracaso de los aportes de arena para la playa de San Lorenzo o la última sentencia del Tribunal Supremo suspendiendo cautelarmente el desmonte del Alto Aboño no han conseguido que Izquierda Unida y el propio Partido Socialista pidan explicaciones a la Autoridad Portuaria. Lo hace, sin embargo, la construcción de pisos donde hemos enterrado unos astilleros, terreno abonado para la demagogia a la que nos tienen acostumbrados.
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