ELOGIO DE LA POLÍTICA

FESTINA LENTE

domingo, 7 de marzo de 2010

Convergencia de intereses

Los ganaderos y las empresas lácteas necesitan estabilizar el volumen de producción para poder competir con los productos de importación
07.03.2010 - JUAN NEIRA

Puleva ha rechazado la oferta de Corporación Alimentaria Peñasanta (CAPSA), quedando la pugna por la segunda empresa láctea española en manos de grupos multinacionales europeos. El liderazgo de CAPSA en el mercado nacional queda comprometido, aunque el proceso de concentración empresarial en la industria agroalimentaria no agota sus opciones en Puleva. En el corto plazo habrá ocasión de estudiar nuevas operaciones. Es cierto que la oportunidad era especialmente propicia para CAPSA, porque le permitía hacerse con un 30% de la producción nacional, y Puleva está especializada en productos (leches enriquecidas) que complementaban los grandes activos de CAPSA: leche líquida, nata, mantequilla. En el otro platillo de la balanza hay que valorar también que el fracaso de la operación evita la hipoteca de someter a la empresa asturiana a un proceso de fuertes amortizaciones de crédito, en un momento en que el mercado no está para muchas alegrías.
En los dos últimos años, hay en Europa un exceso de oferta, al haber aumentado las cuotas lácteas antes de iniciarse la crisis económica. Un error de Bruselas que ha incendiado el campo. No sólo las explotaciones asturianas y españolas carecen de competitividad, sino que todo el sector lácteo de la UE produce a precios superiores a los del mercado mundial. Antes de la crisis económica, la UE exportaba el 20% de su producción, pero ahora tiene que beberla en casa o desparramarla por las calles en señal de protesta. Por esa razón los productos del campo europeo penetran en España, hundiendo los precios, lo que ha llevado a un abandono masivo de las producciones, creando una situación nueva en el campo que viene caracterizada por ser la primera vez que hay una convergencia entre los intereses de los ganaderos y de la industria láctea nacional. Veamos.
La importación
Al precio que se compra la leche, sólo los ganaderos agrupados en Clas y en Covap (sociedad ganadera andaluza) reciben en España una remuneración por su producto que les permite vivir de su trabajo. En ambos casos el valor añadido a la actividad ganadera se lo da la marca (en nuestro caso, Clas). Sin esa cobertura el ganadero estaría al albur de decisiones ajenas que marcan un precio inferior a sus costes de producción. El proceso podría agudizarse en el corto plazo, sin enterarse los consumidores, que siempre encontrarán productos lácteos en las estanterías del supermercado. Las multinacionales europeas ya introducen tres millones de toneladas de productos lácteos en España, y tienen capacidad para triplicar esa cantidad y abastecer a todo el mercado español. En esa hipótesis, los únicos que quedan sin sitio son los ganaderos y la industria agroalimentaria nacional. Al igual que importamos todo el petróleo, podemos pasar a importar toda la leche.
Hasta el año 2007, la dinámica era distinta. El mercado apretaba al ganadero, se reducían vacas y explotaciones, pero el volumen de producción láctea se mantenía, a través de explotaciones más grandes y competitivas. A finales de los años ochenta había 178.000 explotaciones en España que aportaban la misma leche que las 24.000 explotaciones existentes en el año 2007. La industria agroalimentaria recibía una cantidad de materia prima constante, pero a un coste más bajo. La compra de cuota por parte de los ganaderos que se mantuvieron en activo les llevó a un proceso de endeudamiento creciente.
Desde que entramos en la UE, Asturias producía 630.000 o 640.000 toneladas, pero en el pasado año se quedó en 531.000, pese a que la cuota regional asignada estaba en 605.000 toneladas. Asturias pierde vacas, pierde explotaciones y pierde cuota de mercado. Con el precio de la leche por debajo de los 30 céntimos el litro, las posibilidades de estabilizar el sector son inexistentes. La idea de que la industria nacional comprará materia prima en el extranjero para elaborar productos (quesos, yogures, leches enriquecidas) en España resulta antieconómica ante la oferta de productos terminados de las multinacionales europeas. Por eso, los intereses de los ganaderos y la industria española resultan coincidentes. La industria necesita de la supervivencia de las explotaciones ganaderas y éstas viven de precios razonables y protección comunitaria.
Las ayudas
El futuro del sector lácteo está ligado a la reorientación de la Política Agraria Común (PAC). Para empezar hay que decir que España recibe más dinero de la PAC que de los fondos estructurales. Por cada euro que da el Ministerio de Agricultura al campo, la PAC entrega cuatro. Somos el segundo país que recibe más fondos agrícolas.
Los países enemigos de la PAC van a atacar por dos lados: reducir el presupuesto dedicado en la UE al capítulo agrícola (ahí chocarán con Francia) y buscar la desaparición de la política de pago único, que es clave para Asturias, porque garantiza un derecho de ayuda financiera con independencia de la leche que se produzca. Esa política debería reestructurarse para que dejasen de contar las extensiones de las explotaciones y ponderar otras variables, como la explotación de montaña. Es más importante dar la batalla en ese punto y ceder ante la exigencia de cofinanciación a los estados, para que asuman parte de las subvenciones que da la UE. El objetivo final de las subvenciones a las producciones, sean de carácter europeo o nacional, es que nuestro país cuente con un sector primario. Un objetivo estratégico irrenunciable en un mundo con demandas crecientes de alimentos, en el umbral de los 7.000 millones de habitantes.

http://www.elcomerciodigital.com/prensa/20100307/politica/convergencia-intereses-20100307.html

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