Oviedo, Luis GANCEDO 
Asturias, antaño tan subordinada a la actividad y al  empleo de las empresas industriales del Estado -superaban los 50.000 puestos de  trabajo a principios de los años ochenta-, mantiene, tres décadas después, una  elevada dependencia de las funciones económicas que desempeña la Administración.  Casi 400.000 asturianos, entre pensionistas, funcionarios, parados y  beneficiarios de otros subsidios, están en la nómina del sector público, según  datos recogidos en un documento de la Federación Asturiana de Empresarios  (FADE). Sus números trazan un perfil de Asturias que, a decir de la misma  patronal y de algunos expertos, condiciona el porvenir de la región y puede  hacerla más vulnerable cuando, como en esta crisis, están comprometidos los  recursos de todas las administraciones. 
Las cuentas de FADE están  basadas en fuentes estadísticas oficiales y reflejan aspectos como los que se  sintetizan a continuación. 
l Entre pensionistas, desempleados que cobran  prestaciones, empleados públicos y beneficiarios del salario social del  Principado y de la ley de Dependencia, Asturias tiene unas 400.000 personas  cuyos ingresos dependen de las administraciones públicas. Esto es, 43 de cada  100 asturianos mayores de 16 años están en esa situación. 
l Los  asturianos cobran algo más de 293.000 pensiones contributivas, cifras que no  coinciden exactamente con el número de pensionistas, porque no son infrecuentes  los casos de individuos que tienen derecho a dos pagas. Según otra estimación de  la Agencia Tributaria, Asturias tiene unos 260.000 pensionistas. Sus ingresos  anuales, superiores a los 3.000 millones de euros, tienen una relevancia capital  en la renta de las familias. Aportan el equivalente al 15% del producto interior  bruto (PIB), una proporción que no se alcanza en ninguna otra comunidad. La  singularidad asturiana se explica por el envejecimiento de la población, por la  temprana salida del mercado laboral de miles de trabajadores excedentes de  actividades en reconversión y por la elevada cuantía de las prestaciones,  resultante de la relevancia pasada del empleo industrial, con salarios y  cotizaciones más altos. 
l La singularidad de Asturias en el caso de las  pensiones no lo es tanto en el capítulo de los empleados públicos. La encuesta  de población activa (EPA) señala que el conjunto de las administraciones y sus  apéndices empresariales tienen unos 73.000 trabajadores en la región,  equivalentes al 21,6% de todos los asalariados. Asturias supera ligeramente la  media española (20,1%). Los salarios de los empleados públicos inyectan  anualmente más de 2.000 millones. 
l La gran recesión ha disparado dentro  y fuera de Asturias el número de ciudadanos que dependen de las prestaciones y  subsidios de desempleo. Tal nómina está formada por casi 49.000 asturianos y  supone para el antiguo Inem un desembolso anual cercano a los 580 millones de  euros. Otros 7.900 asturianos ingresan el salario social que abona el  Principado. 
l En total, las transferencias que por los comentados  conceptos y por otros análogos recibe la región sobrepasan los 6.100 millones al  año, tanto como el 27% del PIB. 
«Los números retratan el panorama  económico y social de Asturias, una situación que no nos ahoga de momento, pero  que tarde o temprano lo puede hacer», expone Alberto González, economista y  secretario general de la FADE. Su tesis viene a ser la siguiente: Asturias, a  pesar de las transformaciones de las dos últimas décadas, tiene un severo  desequilibrio entre el tamaño de su actividad productiva y la dimensión de los  ingresos y prestaciones que recibe con cargo a impuestos y cotizaciones. Un  déficit estructural que, sostiene González, debería ser muy tenido en cuenta por  el poder político al orientar las decisiones de gasto. 
A decir del  también economista Joaquín Lorences, catedrático de la Universidad de Oviedo, la  «posición deudora» de Asturias impone, por un lado, ser «exigentes y muy  cuidadosos» con el gasto público y, por otro, desplegar una estrategia que  aumente la musculatura de la economía privada y sobremanera el número de  empleos. 
Esa «posición deudora» convierte a Asturias en una de las  regiones que más dependen de las funciones de solidaridad y redistribución de la  renta, que, señalan los hacendistas, son propias del sector público en España,  constitucionalmente una «economía social de mercado». Y la evolución de la renta  de las familias delata, subraya Alberto González, cómo el bienestar de los  asturianos sigue claramente por encima de su actividad productiva.
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