Supongamos que un candidato se presenta a las oposiciones docentes en Asturias. Llega con escasa experiencia profesional, pero con un currículum que asusta. Se somete al examen, elige un tema entre tres seleccionados al azar y sabe y tiene suerte: ¡un 10! Lo borda. Ha sacado mejor nota que la inmensa mayoría de sus competidores, pero le queda lo más difícil. La parte «B» de la prueba va a analizar su aptitud pedagógica y su dominio de las técnicas de docencia. Va a presentar ante un tribunal una programación didáctica y lo va a tener que hacer oralmente, con todo lo que ello supone. ¡Otro 10! Esa exposición de la unidad didáctica le salió perfecta.
Tener dos dieces en las dos pruebas de la oposición queda reservado a uno de cada doscientos opositores. Más o menos. En las de Primaria en Asturias, cuyas notas finales se conocieron el viernes, tan sólo catorce candidatos lo lograron. De los varios cientos que se presentaron en la especialidad de Educación Primaria, tan sólo uno lo logró. En la especialidad de Inglés, ninguno. ¿Ya con la plaza en el bolsillo? Nada de eso. Queda el concurso de méritos.
Pero nuestro candidato tiene mucho mérito. Los dos puntos de una de las tres calificaciones del baremo se los lleva íntegros. Asistió a cursos, seminarios, publicó... Los cuatro puntos de otra de las calificaciones también son suyos. Cuenta con dos licenciaturas y un doctorado, amén de otras actividades documentalmente demostrables. Una lumbrera.
Una lumbrera que se queda en la calle. Sin plaza. Notas máximas en los dos exámenes y en dos de los baremos que no le sirven para lograr convertirse en funcionario docente a todos los efectos y con todos los honores. La situación de esperpento se mantiene en Asturias desde siempre y no parece que las autoridades educativas ni los sindicatos del sector estén muy por la labor de evitarla.
De los catorce opositores que lograron sendos dieces en las pruebas celebradas a lo largo de este mes de julio, tan sólo cinco lograron plaza. Otros nueve vivirán la pequeña locura de pasar a ser interinos, en el mejor de los casos, y pagar el peaje del tiempo, acumular años de experiencia y quizá para dentro de dos años lograr esa ansiada plaza. Muchos de sus compañeros de oposición que sí lograron entrar en ese grupo de elegidos obtuvieron notas sensiblemente inferiores a las suyas, pero el sistema está montado no para premiar necesariamente a los más brillantes, sino a los más perseverantes, que también es una cualidad muy a tener en cuenta.
El único 10 en las oposiciones de Primaria se quedó fuera, al igual que los dos dieces en la especialidad de Música. En Educación Física, un 10 entró y otro no. Y en Infantil tan sólo cuatro de las nueve candidatas con examen perfecto han entrado en la lista de los 118 nuevos docentes.
El problema está en el baremo 1, el de la experiencia docente. Se dan 0,7 puntos por cada curso trabajado en aquella especialidad a la que se quiere acceder, hasta un máximo de siete puntos. La estructura de las oposiciones docentes en Asturias hace que sea casi imposible plantearse sacar plaza fija con menos de tres años trabajados. Un premio extraordinario de doctorado supone 0,5 puntos en el concurso de méritos, menos que un año de trabajo. Y un título oficial de doctor o de máster, un punto, pero dentro de un baremo en el que el candidato sólo puede lograr un máximo de cuatro puntos. Las posibilidades de un premio Nobel de lograr plaza docente en Asturias y que llegara directamente de, pongamos, la Universidad de Harvard serían 0. Que se prima más la cantidad que la calidad queda patente, como botón de muestra anecdótica, en los baremos que se siguen para puntuar las publicaciones de los candidatos. Se calcula por número de páginas: 0,10 puntos hasta 50 páginas, 0,35 puntos (nota máxima) por publicaciones que superen las 400. Una publicación, por ejemplo, en la revista de mayor impacto internacional en el sector se queda poco menos que en calderilla.
Hubo en las oposiciones de Primaria que se acaban de celebrar 218 candidatos que lograron el 10 en el concurso de méritos. Condición indispensable en cada uno de ellos es la de documentar no menos de cinco años de experiencia docente oficial. La nota final sale de baremar el 60% de la nota del examen y el 40% de la nota del concurso de méritos. Un 10 en el examen se convierte en un 6 en el cálculo de la nota final, muy lejos de las notas de corte conocidas el viernes en Asturias, que rondaban o incluso superaban el 10.
Tener dos dieces en las dos pruebas de la oposición queda reservado a uno de cada doscientos opositores. Más o menos. En las de Primaria en Asturias, cuyas notas finales se conocieron el viernes, tan sólo catorce candidatos lo lograron. De los varios cientos que se presentaron en la especialidad de Educación Primaria, tan sólo uno lo logró. En la especialidad de Inglés, ninguno. ¿Ya con la plaza en el bolsillo? Nada de eso. Queda el concurso de méritos.
Pero nuestro candidato tiene mucho mérito. Los dos puntos de una de las tres calificaciones del baremo se los lleva íntegros. Asistió a cursos, seminarios, publicó... Los cuatro puntos de otra de las calificaciones también son suyos. Cuenta con dos licenciaturas y un doctorado, amén de otras actividades documentalmente demostrables. Una lumbrera.
Una lumbrera que se queda en la calle. Sin plaza. Notas máximas en los dos exámenes y en dos de los baremos que no le sirven para lograr convertirse en funcionario docente a todos los efectos y con todos los honores. La situación de esperpento se mantiene en Asturias desde siempre y no parece que las autoridades educativas ni los sindicatos del sector estén muy por la labor de evitarla.
De los catorce opositores que lograron sendos dieces en las pruebas celebradas a lo largo de este mes de julio, tan sólo cinco lograron plaza. Otros nueve vivirán la pequeña locura de pasar a ser interinos, en el mejor de los casos, y pagar el peaje del tiempo, acumular años de experiencia y quizá para dentro de dos años lograr esa ansiada plaza. Muchos de sus compañeros de oposición que sí lograron entrar en ese grupo de elegidos obtuvieron notas sensiblemente inferiores a las suyas, pero el sistema está montado no para premiar necesariamente a los más brillantes, sino a los más perseverantes, que también es una cualidad muy a tener en cuenta.
El único 10 en las oposiciones de Primaria se quedó fuera, al igual que los dos dieces en la especialidad de Música. En Educación Física, un 10 entró y otro no. Y en Infantil tan sólo cuatro de las nueve candidatas con examen perfecto han entrado en la lista de los 118 nuevos docentes.
El problema está en el baremo 1, el de la experiencia docente. Se dan 0,7 puntos por cada curso trabajado en aquella especialidad a la que se quiere acceder, hasta un máximo de siete puntos. La estructura de las oposiciones docentes en Asturias hace que sea casi imposible plantearse sacar plaza fija con menos de tres años trabajados. Un premio extraordinario de doctorado supone 0,5 puntos en el concurso de méritos, menos que un año de trabajo. Y un título oficial de doctor o de máster, un punto, pero dentro de un baremo en el que el candidato sólo puede lograr un máximo de cuatro puntos. Las posibilidades de un premio Nobel de lograr plaza docente en Asturias y que llegara directamente de, pongamos, la Universidad de Harvard serían 0. Que se prima más la cantidad que la calidad queda patente, como botón de muestra anecdótica, en los baremos que se siguen para puntuar las publicaciones de los candidatos. Se calcula por número de páginas: 0,10 puntos hasta 50 páginas, 0,35 puntos (nota máxima) por publicaciones que superen las 400. Una publicación, por ejemplo, en la revista de mayor impacto internacional en el sector se queda poco menos que en calderilla.
Hubo en las oposiciones de Primaria que se acaban de celebrar 218 candidatos que lograron el 10 en el concurso de méritos. Condición indispensable en cada uno de ellos es la de documentar no menos de cinco años de experiencia docente oficial. La nota final sale de baremar el 60% de la nota del examen y el 40% de la nota del concurso de méritos. Un 10 en el examen se convierte en un 6 en el cálculo de la nota final, muy lejos de las notas de corte conocidas el viernes en Asturias, que rondaban o incluso superaban el 10.