ELOGIO DE LA POLÍTICA

FESTINA LENTE

domingo, 7 de noviembre de 2010

Una aldea que será un gran barrio

La expansión de la ciudad supondrá construir 2.500 viviendas en un parroquia cuya población se multiplicará por ocho

Castiello de Bernueces lo separan del Gijón urbano 2,9 kilómetros. Así que hace ya tiempo que los vecinos le ven la boca a la ciudad. Esa boca les dará una dentellada descomunal en cuanto se ponga en práctica lo dispuesto en el llamado Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Ese documento, que marca los ritmos de crecimiento urbanístico del municipio, dará pasaporte definitivo al Castiello rural.

Según el PGOU, en la parroquia -con una extensión de 4,8 kilómetros cuadrados- se construirán más de 2.500 pisos, distribuidos en edificios de hasta cinco alturas. La operación engullirá 100 hectáreas de paisaje rústico, del que emergerá un barrio con todas las de la ley. Castiello experimentará una de las mayores transformaciones urbanísticas de la última década.

Actualmente, en la zona están empadronadas 890 personas. Se calcula que la nueva área residencial multiplicará por ocho esa población. Los vecinos, acostumbrados a vivir entre chalés y edificios con un máximo de dos alturas, no hacen más que echar pestes de la operación. «Somos conscientes de que ésta es una zona residencial y no nos oponemos a que se edifique. Pero, hombre, una cosa son casinas y otra palomares», subraya Ovidio Río, presidente vecinal de Castiello de Bernueces.

En los últimos seis años, el Ayuntamiento ha concedido en la parroquia 116 licencias de construcción para viviendas unifamiliares. Es, junto con Somió, la zona del concejo donde más chalés se han hecho. Lo cierto es que ese nivel de edificación ha ido desdibujando los orígenes rurales de Castiello. Pero hablar de bloques de pisos sigue siendo palabras mayores.
Al gran pastel inmobiliario en el que se ha convertido la parroquia ya le ha echado el diente un consorcio de constructores asturianos. Este grupo de empresarios decidió unir fuerzas para poder blindar sus intereses frente a las grandes firmas nacionales. La operación de Castiello es de tal envergadura que las empresas de la región difícilmente podrían asumirla en solitario. Dicen las malas lenguas que adquirieron el suelo a precios disparatados y que algunos propietarios llegaron a embolsar 1.400 millones de las antiguas pesetas.

Con el desarrollo de la nueva área residencial de Castiello, la ciudad dará el salto a la Ronda Sur, un cinturón que aprieta el crecimiento urbanístico gijonés del mismo modo que aligera sus comunicaciones. La circunvalación, que ahora conecta con la Autovía del Cantábrico, fue -hace diez años- la primera gran obra que tuvo que asumir la parroquia. A los dueños de las parcelas afectadas se les pagó el metro cuadrado a seis euros. El proceso expropiatorio llegó hasta el Tribunal Supremo. Todavía hoy tienen presente «aquel escarnio».

La ronda separó a Bernueces de sus limítrofes, Somió y Cabueñes. Los vecinos temen que la historia se repita con las nuevas comunicaciones previstas en la zona. Especialmente, con el vial que dará servicio a los 2.500 pisos autorizados por el PGOU. «Eso sí que causará impacto», advierte Ovidio Río, haciéndose eco de una preocupación generalizada.

En medio de este maremágnum de cambios urbanísticos, mantienen su actividad a duras penas ocho explotaciones ganaderas, que suman un dos por ciento -escaso- de las reses criadas en el concejo. La agricultura, salvo excepciones que se cuentan con los dedos de una mano, ha quedado reducida a pequeñas huertas que abastecen exclusivamente «a los de casa».

El presidente vecinal recuerda que esta parroquia «surtía de remolacha a la antigua Azucarera de Veriña» y que «a mi casa, por ejemplo, llegaron a venir camiones de Valencia a por lombarda». El ladrillo se impone ahora a ese pasado agrícola, difícilmente prorrogable en una parroquia tan residencial como Bernueces.

Sí conserva su fama de zona distinguida y de nivel. Fama a la que ha contribuido el Real Club de Golf de Castiello, que a punto está de cumplir su 50.º aniversario. Sus instalaciones, con 560 socios familiares, fueron pioneras en la práctica de un deporte que, durante años, ha estado al alcance de muy pocos. Ahora Bernueces también cuenta con un campo de golf municipal, el del Tragamón, al que tienen acceso más de 2.000 personas.

En la parroquia tiene su sede, además, el Club Hípico Astur (Chas). La entidad, la única de estas características que existe en el concejo, ocupa una superficie de 60.000 metros cuadrados. Se trasladó a Castiello en 1970 y, actualmente, integran su masa social 800 apasionados de la equitación.

La naturaleza de Bernueces no sólo ha sido propicia para deportes como la hípica y el golf. En su territorio ha proliferado también la actividad educativa. La Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de Gijón, sin ir más lejos, está domiciliada en Castiello. De este centro universitario salieron el año pasado 248 titulados.

La oferta educativa de la parroquia tiene otros destinatarios no menos importantes: los 78 alumnos del único Colegio Público de Educación Especial que tiene Gijón; las 117 personas con parálisis cerebral o discapacidades afines -entre ellas, nueve bebés- que atiende el centro Ángel de la Guarda, y los 55 usuarios del centro ocupacional que el Ayuntamiento habilitó en las antiguas escuelas de Bernueces para formar a personas con discapacidad intelectual. Una labor inconmensurable que los vecinos refieren siempre que repasan las bondades de su parroquia.

Como mencionan la Quinta San Eutiquio, vinculada a la Fundación del mismo nombre que preside el párroco de San Pedro. La finca, que fue granja escuela en los tiempos en que la agricultura era una alternativa de vida, se ha transformado en un gran complejo de ocio y esparcimiento, con piscinas y campos de fútbol. Las instalaciones, con más de 200 socios, están pendientes de una reforma que se acometerá en cuanto se concrete la operación del PGOU, que amputan el extremo superior de la Quinta. Por la pérdida de ese terreno, la Fundación San Eutiquio recibirá el dinero necesario para poder afrontar las obras de mejora.

Es la cara y cruz de la expansión urbanística.

 

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